Antes
de pasar a otros casos, voy a cerrar el tema de los casos de desapariciones. La
Fiscalía en este punto ha planteado que se trata de homicidios, lo ha
demostrado en cada uno de los casos, así también está planteada la acusación en
este juicio oral. La desaparición en estos casos es la prueba del homicidio. La
primera intención del mecanismo de desaparición, es el logro de la impunidad:
eliminar el cuerpo del delito, no permitir la prueba del hecho. Uno de las
intenciones primarias es entonces claramente jurídica y estuvo dirigida a no
permitir, a no posibilitar el proceso de justicia. Eliminaban, desapareción,
con esa intención de imposibilitar la prueba del hecho. Esto ha sido dicho
muchas veces, republicado ahora por REATO en entrevistas a VIDELA, consta
también en documentación secreta de la Iglesia Católica que se ha difundido: no
podían hacer aparecer fusilados miles de cuerpos. Ese objetivo primario que se
dirigió, además de contra la vida, contra la administración de justicia,
tenía un efecto judicial: mientras no hubiera aparición no iba a haber causa
penal.
Otro
aspecto es que la desaparición del cuerpo de la víctima, disuelve la identidad
del victimario. Hace desaparecer al responsable, como un efecto que
procesalmente debe ser tenido en cuenta. Por eso cuando se habla de los
desaparecidos, se dice “los desaparecidos DE la dictadura militar”, conocemos
nombres de fusiladores, pero no de desaparecedores, siempre hay una referencia
a algo abstracto, nunca a algo concreto. El efecto buscado es sustraerse de la
responsabilidad criminal. Tampoco era posible deducir quién sería eliminado y
quién sería desaparecido, o a quién iban a hacer aparecer muerto en un falso
enfrentamiento. Ello contribuyó a la dificultad de rehacer los hechos y las
responsabilidades. Por ello cobra relevancia el funcionamiento de la cadena de
mando como explicación probada de la acción sistemática y masiva.
Esta supresión de la prueba del delito, eliminó también la posibilidad de
testimonios. Un método que asegura la impunidad: Alicia PARTNOY contó cómo
Graciela IZURIETA tenía más información que ella, y Roberto LORENZO tenía más
información que la que tenía Juan Carlos SOTUYO, quien identificó a PAEZ en
esta sala. La desaparición puede considerarse como la paradoja del poder
absoluto. El poder absoluto con las víctimas se podría resumir en la expresión
“te persigo, te secuestro, te torturo” y por otro lado, después Hugo DELMÉ
decía “no ocurrió nada de eso”. El metarelato de esa secuencia aparecerá
entonces luego cuando DELME o FANTONI, o aquél por orden de éste diga “fueron
los MONTONEROS”. Ese juego denegatorio y permanente, dictatorial, fue, en
primer término la expresión también violenta de una actuación omnímoda del
estado, que luego la amplificaban con acción psicológica secreta que
aterrorizaba a la población, la fase que seguía era la denegación. Eso reafirma
el carácter de disposición total sobre el cuerpo y sobre la información, y
estaba a cargo del Departamento 1 en lo que a los familiares abarca, a cargo de
FANTONI y de DELMÉ. En ese plano, estos juicios superan esa política
negacionista, y esa política dictatorial, se vuelve anacrónica y pierde todo
efecto. La palabra de la víctima en estos juicios –y es el gran avance jurídico
que se hace en los mismos- tiene una consistencia ontológica. Tiene carácter de
verdad. Porque es coincidente con relatos similares de todo el país, dados en
toda época y deja sin ningún tipo de efecto esa perversión dictatorial
anacrónica del discurso militar. Determina que a nadie con formación jurídica
se le pueda ocurrir sustentar que la existencia del centro clandestino “La
Escuelita” no ha quedado probada porque CONDAL dijo que no sabía. O que el
Destacamento 181 no tuvo injerencia en la lucha contra la subversión porque
CONDAL en su indagotria dijo que no. O que no hubo acciones operativas porque
MASSON dijo que no sabía y que él no participaba. Esa denegación no tiene en
este estado procesal ningún efecto. El discurso de los imputados popera como
una oclusión de lo real y una estrategia que siguen intentando pero que ha sido
superada totalmente por la relevancia probatoria y por estos juicios que se
asientan en esa consistencia ontológica de las palabras de la víctima, a partir
de su contenido. Indudablemente verdadero.
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