LA HISTORIA DE DOS ARBITROS QUE REALIZABAN OPERATIVOS CLANDESTINOS DURANTE LA ULTIMA DICTADURA
José Francisco Bujedo era referí y Angel Narciso Racedo se desempeñaba como su asistente en la Liga Marplatense durante los ’70. Pero los dos pertenecían a la Marina y, con el juez de línea como jefe, secuestraban personas desde la base naval.
Bujedo, con la pelota, y Racedo, a su lado. Arbitros y represores.
PáginaI12
Por Gustavo Veiga
Se llaman José Francisco Bujedo y Angel Narciso Racedo, fueron árbitros de fútbol en los años ’70, pero la historia los recordará más como represores de la dictadura. Dirigían partidos en la Liga Marplatense; Bujedo como juez principal y Racedo como su asistente. En cambio, cuando salían a realizar operativos clandestinos desde la base naval (ambos pertenecían a los Servicios de Inteligencia de la Marina), se invertían los roles: Racedo era el jefe bajo el alias de Comisario Pepe y Bujedo, su subordinado. El primero se encuentra detenido en el penal de Batán con prisión preventiva en las causas 4446 y 4447 por delitos de lesa humanidad que investiga el Juzgado Federal N° 3 de Mar del Plata. Su camarada y compañero de terna arbitral se mantiene en libertad, aunque familiares de desaparecidos ya le elevaron al juez Rodolfo Pradas un pedido de detención.
Sus casos revelan la doble vida que llevaban estos militares en la costa bonaerense. Ejercían una actividad de superficie como el fútbol –en la que incluso Bujedo llegó a ser considerado el mejor de la Liga en su época, entre fines de los ’60 y comienzos de los ’70–, y en paralelo se dedicaban a cazar personas en una ciudad donde hubo 290 desaparecidos entre 1976 y 1978. Juan Carlos Morales, el respetado periodista deportivo que nació y trabajaba en Mar del Plata en esa etapa, recuerda al árbitro de la fotografía que ilustra esta nota ingresando en el campo de juego con una pelota: “Tenía un nivel destacado, un gran estado atlético y era considerado el mejor”.
Otro periodista deportivo marplatense, José Luis Ponsico, describió el 23 de abril de 2001 en el Juicio por la Verdad cómo el secuestro de su colega Amílcar González lo llevó hasta la dupla arbitral. Declaró que un sindicalista de apellido Bellini le había contado que dos referíes se reunían en la sede del gremio UTEDyC y que pertenecían a “los Servicios de Inteligencia de la Marina”. En aquel juicio desarrollado en Mar del Plata se describe que Ponsico, cuando intentaba averiguar el paradero de González, se entrevistó con Bujedo y Racedo. Al primero lo conocía por su labor como cronista deportivo. Del segundo tenía las referencias de Bellini: “Ojo, que en esta situación el jefe es Racedo y Bujedo es el segundo. ¿Sabés cómo lo llaman acá? Lo llaman Comisario Pepe”.
El referí tiene ahora 73 años y su juez de línea 68. El primero vive en Mar del Plata y su compañero residía en Punta Alta hasta que fue detenido, el 26 de agosto. Bujedo estuvo vinculado en 2007 al Ente Municipal de Deportes y Recreación (Emder) de General Pueyrredón y preside la sociedad de fomento marplatense San Carlos, mientras que Racedo vendía souvenires en un local de la principal galería de aquella ciudad cercana a Bahía Blanca, donde también incursionó en otra curiosa actividad. La revista Dazebao de Punta Alta, en un artículo publicado el 18 de octubre de 2008, explicó de qué se trataba: “Intentó mantener un perfil bajo, aunque durante los ’90 tuvo una cierta exposición pública al obtener por tres años la concesión de los carnavales de la ciudad de Punta Alta. Cuando tuvo que contratar personal para cobrar las entradas de ‘los corsos’ dejó en evidencia sus contactos: el primer año fueron los scouts navales; el segundo los infantes de la Escuela de Infantería de Marina que estaban de franco; al tercero lo mismo pero con los policías de la base”.
Bujedo y Racedo son muy distintos físicamente. El árbitro hoy debe ser un hombre calvo y de baja estatura, a juzgar por las fotos en que vestía de negro y de pantalones cortos y que ya lo mostraban con una pelada inocultable. Su ladero en las canchas y en las mazmorras de Mar del Plata, según surge de las denuncias presentadas en la Justicia Federal, mide 1,80, tiene ojos verdes y el pelo rubio. La misma imagen que tomó el diario La Capital de Mar del Plata en que se ve a ambos junto a un tercer árbitro, le permitió al abogado César Sivo, que patrocina a varios familiares de desaparecidos, identificarlo. “Es Racedo, el de pelo ondeado”, le dijo a este diario sin dudar.
El hombre que vivía en Punta Alta sin ser molestado siguió su carrera arbitral en la llamada Liga del Sur. Se explica por una sencilla razón: los marinos de guerra son mayoría en esa ciudad, que posee la mejor calidad de vida del país (según un ranking reciente elaborado por un grupo de investigadores del Conicet). El 70 por ciento de su población de unos 60 mil habitantes depende directa o indirectamente de la base de Puerto Belgrano. En el legajo número 304.062 del marino Racedo, consta un pedido de autorización de marzo del ’80 a su jefe naval para que pueda desempeñarse en aquella Liga, que reúne a clubes de Bahía Blanca y de localidades vecinas.
Lo firma el teniente de navío Enrique de León: “...desde hace varios años, siendo representante del consejo federal argentino y contando con la correspondiente autorización de la dirección del personal para desempeñarse como árbitro de la asociación marplatense...”. El sello que acompaña el texto dice “Contra Inteligencia Operaciones Base Naval I.M Baterías” y está contenido en la investigación que llevó adelante la Secretaría de Derechos Humanos bonaerense.
En la Asociación Bahiense de Arbitros (ABA), que Racedo condujo en la década del ’80, incluso cuando todavía se mantenía en actividad, se sorprendieron con la noticia de su arresto. “Fue un balde de agua fría”, graficó un joven referí que atendió el teléfono de la sede gremial el jueves 6 por la noche. En la ABA se dan cursos de arbitraje como el que desarrolló el instructor Juan Carlos Crespi, un conocido ex juez internacional de la AFA. Su actual presidente se llama Marcelo Sánchez. Y Alberto Martínez, el afiliado más antiguo del sindicato, conduce la escuela arbitral. Es la persona que –cuentan en el gremio– conoce mejor que nadie la trayectoria deportiva de Racedo.
Apenas lo detuvo la Gendarmería, a fines de agosto, el represor se presentó así: “No tengo nada que ver. En los ’70 yo era árbitro de fútbol”. La coartada es más cínica que inverosímil y no lo salvó de quedar involucrado en la causa del Circuito Represivo Base Naval Mar del Plata. Durante los años en que Racedo operaba en la ciudad balnearia, también desaparecía gente en Punta Alta. Héctor González, ex secretario de Gobierno local durante la gestión del intendente peronista Jorge Izarra (1995-2003), sobrevivió para contarlo.
Estuvo detenido cinco años entre 1976 y 1981, tiene muy presente al marino y recuerda que “ya en democracia, continuaba siendo árbitro”. A su salida de la cárcel, y de regreso en su pago chico, los mismos que lo habían secuestrado a cara descubierta le dijeron con sorna: “González, sin rencores, ¿no?”. El mismo se responde aquella frase con otra: “Hacíamos política en el riñón del enemigo”. Su definición es todo un símbolo, como que el conocido represor Ricardo Miguel Cavallo, alias Sérpico, nació en Punta Alta. Muchos como él hacían operativos en sus calles cuando Racedo y Bujedo combinaban sus entrenamientos como árbitros con los secuestros, desapariciones y tormentos en Mar del Plata.
El primero apeló la prisión preventiva aunque continúa en la Unidad 44 de Batán. Volvió a estar cerca de su compañero de arbitraje, como cuando en la dictadura dirigían partidos en el estadio General San Martín, que bien podían ser los clásicos entre Aldosivi y Alvarado o Kimberley y San Lorenzo de Mar del Plata, uno de los cuales todavía es recordado por el polémico desempeño de Bujedo.
Los memoriosos del fútbol cuentan que, en la principal ciudad balnearia del país, siempre se habló de un grupo de represores que recaudaba unos pesos más poniéndose los pantalones cortos para hacer sonar el silbato o levantar el banderín en una posición adelantada. Racedo y Bujedo son sus más conocidos exponentes. Ahora, treinta y dos años después, los acusan de delitos de lesa humanidad junto a otros oficiales superiores. Un juicio espera por ellos.