jueves, 11 de noviembre de 2010

"La Nueva Provincia": militar y católica

Por Fortunato Mallimaci *

“En un periquete, Néstor Kirchner activó a su
Congreso remolón y le mandó instalar el Día del
Guerrillero, que de eso se trata, y no del llamado
Día de la Memoria... instalando en los niños de
las escuelas la idea de que ellos eran sólo unos
pobres muchachos románticos.”

LNP, 18 de marzo 2006

Una vez más, elogiando al militar degradado y condenado Emilio Massera, el diario de la familia Massot mostró su admiración por los terroristas de Estado y su odio visceral a la democracia y a la ampliación de derechos “a otros y a otras”. Nada nuevo bajo el sol para los que nacimos, vivimos y militamos en nuestra juventud bajo la hegemonía mediática de La Nueva Provincia, LU2 y Canal 9 en Bahía Blanca. Por eso, la mayoría de las manifestaciones populares en los ’60 y ’70 tenían por objetivo las vidrieras del diario local.

La guerra justa, la guerra santa y la cruzada a muerte contra todo aquello que sonara a “subversión” y que contrariara sus principios “occidentales y cristianos”, encontraron en sus páginas, en sus comentarios radiales y televisivos un estruendoso eco, apoyo, financiamiento y difusión. Eran coherentes, estaban convencidos, no dudaban, luchaban hasta el final, se sentían cumpliendo una misión sagrada a fin de conseguir sus objetivos no celestiales sino bien terrestres: el mejor enemigo es el enemigo muerto, torturado, detenido-desaparecido. Propagaron la consigna de que la sangre de los “subversivos” era necesaria para redimir la Argentina católica, la auténtica, la verdadera.

Fueron –y son– voceros del poder militar, político, económico, sindical, eclesiástico y académico de la ciudad y la región. Ningún actor dominante quería –quiere– prescindir de su apoyo. Por eso también combatieron –y combaten– toda expresión democrática y popular.

En la década del ’70 –mucho antes de que el golpe cívico-militar–religioso de 1976– colaboraron con la Triple A en el señalamiento y la eliminación de numerosos militantes que cuestionaban sus valores de orden, patria, familia y dios. ¡Cuántos amigos y amigas fueron masacrados en Bahía Blanca y alrededores con y por sus denuncias, sospechas y fichajes! Festejaban cada uno de esos asesinatos junto a sus amistades de la Base Naval de Puerto Belgrano o del V Cuerpo de Ejército. Encubrieron y justificaron todos los crímenes. Sus elogios a Saccheri, Tortolo, Remus Tetu, Massera o al general Vilas inundaron sus páginas queriendo mostrar que “eso” era todo el país, toda la Argentina.

Tocaron el cielo con las manos el 24 de marzo de 1976. Eran católicos y militares hasta los tuétanos y así concibieron el exterminio de los enemigos internos de uno y otro lado. Su sistemática prédica contra el cristianismo liberacionista y la militancia popular es apenas una muestra de ese vínculo perdurable.

Fue uno de los pocos –quizás el único– medio periodístico que tuvo conocimiento previo de la aventura de Malvinas. Y su apoyo fue nuevamente total. ¡La guerra, siempre la guerra, los entusiasmaba!

La democracia no estaba ni está en sus planes. Los perturba y los disloca. La sangre de los dos delegados gremiales de La Nueva Provincia y de los cientos de presos, asesinados y detenidos-desaparecidos en Bahía Blanca mancha a los Massot y sus cómplices locales y nacionales. Cómo olvidar la larga lista de “personalidades” que, sin pudor, publicaron obituarios en el diario La Nación el día de la muerte de la dueña del diario, Diana Julio de Massot, hace pocos meses.

También los desestabilizan los actuales logros en la búsqueda de justicia. Los Juicios por la Verdad, impulsados en soledad por el fiscal Cañon, mostraron que aun en ciudades que se suponen disciplinadas y controladas es posible abrir brechas y recorrer el camino de memoria y verdad.

En estas semanas están por comenzar los juicios a los responsables del terrorismo de Estado en Bahía Blanca. Cuando las sentencias sean dadas, los culpables sean encarcelados y podamos reivindicar a todas nuestras víctimas, veremos que más allá de las escandalosas tapas de La Nueva Provincia hay crecientes sectores de la sociedad bahiense que se indignan y alimentan nuevas esperanzas. Los que creyeron manejar vidas, tiempos y alegrías están ya rindiendo cuentas.

* Doctor en sociología.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Mi marino favorito

EL DIARIO LA NUEVA PROVINCIA DESPIDIO CON ELOGIOS AL DICTADOR EMILIO EDUARDO MASSERA

El diario aseguró que el máximo responsable de los crímenes de la ESMA “demostró un espíritu abierto a la reconciliación y ajeno a todo sectarismo, que lo honra”. Vicente Massot, director del medio, fue visitante de la ESMA y viceministro de Carlos Menem.

Publicado (sin firma) en PáginaI12.

Emilio Eduardo Massera “demostró un espíritu abierto a la reconciliación y ajeno a todo sectarismo, que lo honra”. Su muerte despertó “la ira de quienes no saben perdonar y el odio de los que no pueden olvidar”. El elogio a la honorabilidad de uno de los mayores iconos del terrorismo de Estado y la crítica solapada a millones de personas que en todo el mundo lo despreciarán hasta el final de los días por golpista y asesino cerraron la necrológica que le dedicó ayer el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca. El artículo, que circuló por redes sociales y cosechó muestras de rechazo generalizadas, refleja la línea editorial histórica del diario de la familia Massot, portavoz de la Armada y de los sectores integristas de la Iglesia Católica, que aplaudió todos los golpes de Estado de la segunda mitad del siglo pasado y que aún se permite dudar si estuvo “bien o mal aplicar los métodos antiterroristas” que convirtieron a la Argentina en símbolo universal de la desaparición forzada de personas. Como conocen los lectores de Página/12, se trata también del diario donde trabajaban los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, delegados gremiales secuestrados, torturados y fusilados en 1976 luego de enfrentar durante años a la patronal de La Nueva Provincia, que dio la noticia en veinte líneas y nunca rindió cuentas ante el Poder Judicial.

El almirante

“Falleció el almirante Massera”, provocó La Nueva Provincia desde el título, simulando ignorar que había perdido su condición de marino luego de la condena a prisión perpetua en el juicio a los ex comandantes de 1985. En la nota sin firma se reconoce la pluma del director Vicente Massot, visitante de la ESMA en plena dictadura y ex viceministro de Defensa de Carlos Menem, cargo al que debió renunciar luego de reivindicar la tortura.

La semblanza recorre las internas navales, destaca las “dotes de negociador y conductor político” de Massera y la división que sus ambiciones personales provocaron en la Armada. Junto con Isaac Rojas fueron los dos únicos almirantes que durante el siglo XX “despertaron pasiones encendidas a favor o en contra, poco importa” para el editorialista. Massera “tuvo especial protagonismo a partir del pronunciamiento militar (sic) del 24 de marzo de 1976”, aunque “no fue la mezcla de Maquiavelo y asesino serial que han pintado sus enemigos, tan feroces a la hora de enjuiciarlo con la pluma como lo habían enfrentado antes en esa tremenda guerra civil (sic) en la cual ellos llevaron la peor parte”, que Massot nunca se dignó a contar en sus páginas.

Recuerda La Nueva Provincia que Massera “tuvo la descomunal y trágica potestad a la vez de ser –junto a los otros miembros de la Junta de Comandantes– dueño de la vida y de la muerte de las personas, algo que ni siquiera Rosas en el siglo XIX y tampoco Perón en el siguiente tuvieron en esa escala”. “A veces ese poder se usó mal”, admite Massot. No especifica si refiere a cuando robaban criaturas, cuando arrojaban monjas y Madres de Plaza de Mayo desde aviones en vuelo o sólo cuando torturaban y mataban. Luego justifica una vez más el genocidio criminalizando a las víctimas: “Todas las formas de guerra irregular terminan de la misma manera: al terror se le opone el contraterror”.

Igual que en 1993, cuando como funcionario del presidente Carlos Menem defendió los ascensos de los capitanes Antonio Pernías y Juan Carlos Rolón (entonces impunes, hoy a punto de recibir su primera condena), Massot se permitió dudar sobre la legitimidad del Estado para secuestrar, torturar, matar y desaparecer personas. “Si hicieron bien o mal en aplicar los métodos antiterroristas por todos conocidos es algo que seguirá siendo materia de discusión por espacio de décadas”, aseguró ayer La Nueva Provincia, que nunca publicó con qué interlocutores debate el tema. Luego, una vez más, el aplauso: “El flagelo subversivo fue cortado de raíz, ahorrándole males inimaginables al país”. La crítica a la dictadura se limita a “las rencillas absurdas entre los miembros de la primera junta y la incapacidad para acometer los cambios de fondo que la Nación pedía a gritos”.

Claro y preciso

El interlocutor naval de confianza de la directora de La Nueva Provincia durante la dictadura, Diana Julio de Massot, no era Massera, sino el contraalmirante Luis María Mendía, el mismo que informó a 900 oficiales en el cine de la base de Puerto Belgrano sobre la “muerte cristiana” desde las alturas que iban a aplicar las tres Fuerzas Armadas. Diez meses antes del golpe de Estado, sin embargo, el diario ya celebraba el trabajo sucio de la Armada y elogiaba en sus páginas las arengas de Massera, designado al frente de su fuerza por Juan Domingo Perón.

“La Armada vive en guerra y participa con la energía y decisión clásicas de su patrimonio histórico”, afirmó Massera en la base Puerto Belgrano, el Día de la Armada, al lado de la presidenta Isabel Perón y su gabinete. Con las tribunas del estadio repletas, el marino habló aquella tarde sobre su vocación democrática, su convicción sobre “la libertad individual como bien más preciado inherente a la naturaleza humana”, pero diferenció a “los subversivos” y aseguró que la Marina estaba “segura en fuerza y en derechos para enfrentarlos y destruirlos” (LNP 17.5.75).

Fue “una de las más claras y precisas manifestaciones castrenses sobre el sentido del proceso que el país protagoniza y el rol que las Fuerzas Armadas deben cumplir”, lo elogió el mismo día La Nueva Provincia, y reafirmó: “No se trata de comprometerse con la letra fría de la Carta Magna, sino de solidarizarse con lo que ella consagra para el bienestar de la familiar argentina”. En noviembre, mientras se orquestaba el asalto al poder, Massera contaba al periodismo local que “ya hace tiempo que la Armada está actuando contra la subversión”, aunque “en una forma más silenciosa” que el Ejército (LNP 20.11.75).

El 24 de marzo, en un editorial titulado “Refundar la Patria”, la dirección del diario sostuvo que “la Argentina es una nación occidental y cristiana”, enumeró como enemigos “al aparato subversivo, el ‘sacerdocio’ tercermundista, la corrupción sindical, los partidos políticos”, entre otros, y encomendó “destruirlos allí donde se encuentren, sabiendo que sobre la sangre redentora debe alzarse la segunda república”.

Seis meses después, mientras el secretario de redacción Mario Gabrielli publicaba fotos junto a Massera y paseaba en la fragata Libertad por Europa, La Nueva Provincia le dedicó al hombre fuerte de la ESMA un editorial repleto de elogios. Su discurso “contiene los fundamentos de un anhelo que es común a la ciudadanía”, aseguró. Destacó uno en particular: “aniquilar a la subversión, tanto si empuña un arma como si distribuye un panfleto o miente y desvirtúa para confundir” (“El almirante Massera y la realidad”, LNP, editorial, 19.9.76).