viernes, 29 de noviembre de 2013

Capellán prófugo: organismos de Bahía Blanca piden ayuda al Papa Francisco



Por Diego Martínez
Organismos de derechos humanos de Bahía Blanca pidieron ayuda a las autoridades de la Iglesia Católica, y por su intermedio al papa Francisco, para dar con el paradero del capellán prófugo Aldo Omar Vara, imputado por delitos de lesa humanidad en el ex Cuerpo V de Ejército durante la última dictadura. La Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, H.I.J.O.S. y la Red por el Derecho a la Identidad locales recordaron que el sacerdote admitió en el Juicio por la Verdad que supo de las torturas en el centro clandestino La Escuelita y vio las secuelas de la picana sobre el cuerpo de jóvenes secuestrados en el Batallón de Comunicaciones 181, a quienes aconsejó no hablar. El último domicilio de Vara en el país fue la casa del Instituto del Verbo Encarnado, en San Rafael, Mendoza, y sus últimos rastros, hace más de dos años, lo ubicaban en San Pablo, Brasil. “Nuestro pedido concreto al papa Francisco es que, en virtud de su autoridad canónica y espiritual, interceda, instruya u ordene cuanta acción considere útil para que Vara se allane al proceso judicial”, precisaron los organismos.
El rol de Vara en la represión ilegal se conoce desde 1985 gracias al testimonio de estudiantes secundarios que estuvieron secuestrados en La Escuelita. Un grupo de militares los abandonó en una ruta, otro simuló rescatarlos y los llevó al batallón, donde los visitaba el capellán. Vara les llevaba galletitas y cigarrillos, les aconsejaba rezar, pero cuando le relataban las torturas guardaba silencio. Un día les dijo que los secuestradores eran paramilitares que actuaban por su cuenta y que los estaban buscando, apuntó en su sentencia la Cámara Federal porteña. Cuando la madre de una secuestrada le pidió que le acercara medicamentos, Vara le dijo que no podía, pero que se quedara tranquila, que “a las chicas las tratan bien”. “La víctima declaró y contó los vejámenes que sufrió en La Escuelita, donde también nacieron dos niños que fueron apropiados y sus madres desaparecidas”, recordaron los organismos.
El tribunal que condenó al primer grupo de represores bahienses ordenó en su sentencia que se investigue a Vara. Los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani pidieron su detención, pero el juez subrogante Santiago Martínez no encontró “elementos suficientes”. La Cámara Federal opinó lo contrario y en agosto ordenó la captura, que encomendó a Interpol. La carta de la APDH, H.I.J.O.S. y la Red por el Derecho a la Identidad está dirigida al arzobispo bahiense Guillermo Garlatti, al de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mario Poli, y al nuncio apostólico Emil Paul Tscherrig. “El papa Francisco dijo a las Abuelas que cuenten con él para lo que necesiten, que estaba dispuesto a ayudar en lo que sea –recordaron–. Creemos que ésta es una buena oportunidad para ayudar.”


domingo, 24 de noviembre de 2013

Preguntas incómodas para Vicente Massot




“No me pregunte si me asombra”, se enojó con una historiadora bahiense que lo indagó por el silencio de La Nueva Provincia tras el asesinato de los delegados a los que acusaban de infiltrados. Imputado como coautor de los crímenes, Massot deberá responder ante la justicia.


Por Diego Martínez
Los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, delegados de los trabajadores del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, fueron secuestrados, torturados y asesinados en junio de 1976. La familia Massot, que en sus editoriales los había equiparado con “la infiltración más radicalizada del movimiento obrero”, publicó la noticia en veinte líneas y no retomó el tema por 37 años. Vicente Massot, a quien su madre Diana Julio encomendó en septiembre de 1975 “todo trato con el personal” y a quien el Ministerio Público Fiscal imputa como coautor de los asesinatos, asegura que la aparición de los cuerpos acribillados causó “estupor” en la familia, aunque no tiene ninguna hipótesis que explique el silencio posterior. Aquel joven que con 24 años había sido secretario de redacción de la revista Cabildo y que en los ’90 debió renunciar al gabinete menemista por reivindicar la tortura, dice no tener “la menor idea” sobre la información que la empresa entregaba a los prefectos y marinos que decidieron “ralear” de la tierra a Heinrich y Loyola.
   Mientras los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani insisten en pedir ladetención e indagatoria del director de LNP y la corporación judicial bahiense hace malabares para evitarlo, las preguntas que hicieron sudar a Massot se las formuló Ana Belén Zapata, historiadora de la Universidad Nacional del Sur que dedicó su tesis doctoral al conflicto de los gráficos con la patronal de LNP. El trabajó se tituló “Páginas manchadas” e incluye testimonios de trabajadores sobre el rol de los Massot y sus hombres de confianza en los meses previos a los crímenes. Becaria del Conicet y docente de la UBA, Zapata entrevistó al empresario en junio para su tesis doctoral, en la que profundiza su estudio sobre experiencias obreras y sindicales locales en la década previa al golpe de Estado.
   Al comienzo del diálogo un Massot relajado se explaya sobre la amistad de su bisabuelo Enrique Julio, fundador del diario, con dirigentes como Hipólito Yrigoyen o Torcuato de Alvear. Recuerda que fue “el primer diario expropiado por Perón en 1950” y que se los devolvió la “Revolución Libertadora”. Desde entonces fue “muy antiperonista, muy conservador” y “de oposición frontal con todo lo que tuviese que ver con el socialismo revolucionario”. Consultado sobre gremialistas bahienses, recuerda que con menos de veinte años militó “en el nacionalismo católico” y rememora sus charlas con Albertano Quiroga, “peronista nacionalista rosista” que encabezaba la UOM local. La “figura excluyente” en la ciudad era Rodolfo Ponce, delegado de la CGT y luego cara visible de la Triple A, a quien recuerda “al menos una vez” reunido con su madre en el departamento de la familia, en Cerrito 1236.
   En la segunda parte de la entrevista, cuando la historiadora comienza a indagar sobre puntos sensibles que forman parte de la acusación fiscal, las respuestas comienzan a acotarse. Massot se excusa, explica que vivía en Buenos Aires y que hasta 1974 “prácticamente no iba” a Bahía Blanca. En 1976 y hasta marzo de 1977 dice haber hecho el servicio militar “en la compañía de comando y servicio del Primer Cuerpo de Ejército, después la instrucción en polvorines de Campo de Mayo, vuelvo al Primer Cuerpo y después a la Capellanía Mayor Castrense”.
–Llama la atención lo puntilloso del análisis sobre Montoneros –advierte Zapata y muestra notas de 1976 tituladas “Radiografía de la subversión en Bahía Blanca”–. Me llamó la atención la coincidencia entre este análisis y lo que después se va a publicar como “Diario de Adel Vilas”. ¿Cómo era la relación de ustedes con el Cuerpo V y con la base (naval de Puerto Belgrano) para tener información tan precisa?
–No puedo decirle que esa información tiene origen en la base o el V Cuerpo porque estaba haciendo el servicio militar. La relación del diario con la base y el Cuerpo V era buena, sin ninguna duda, y no era una relación desconocida, venía de lejos: con la marina por razones históricas en función del papel de la Armada en la devolución del diario, y con el Ejército no tan fluida pero de todas maneras también (era buena).
–Vayamos a la relación con los dirigentes sindicales que tenían adentro de la empresa. ¿Cómo puede contar los conflictos en LNP en 1974 y 75?
–Le repito, estaba en Buenos Aires...
–Me dijo que había viajado bastante en esos años.
–No, viajé alguna vez en el ’75 porque mi mamá y mi hermano vivían ahí, pero no específicamente para tareas del diario (...) Hubo problemas sin duda graves, estuvo el diario sin salir un mes y medio y en algún momento fue un diario testimonial que sacó la familia solamente: trabajaron desde tías que tenían 65 años hasta primos que teníamos 18 o 23, ninguno de los cuales figuraban ni trabajaban pero todos colaboramos en algo. Ahora en el meollo de la cosa estaban mi madre y mi hermano, eran los dos responsables.
–¿Qué le contaba su madre, de sus ánimos en ese momento?
–Que era una situación muy seria, problemas muy serios en talleres y con cantidad de gremios y cosas, que tenían distintas motivaciones...
–Hay un editorial del 1º de septiembre en que ustedes hablan de “un soviet infiltrado en LNP”.
–Si mal no recuerdo es de septiembre de 1975 –recuerda bien–. Ese tipo de editoriales seguramente lo ha escrito mi madre –toma distancia pese a que ese mismo mes la madre le había encomendado “todo trato con el personal”.
–¿Pero ustedes consideraban eso?
–Mi madre debe haber considerado eso, ¿qué sé yo? Visto retrospectivamente... han pasado 30 y pico de años, es una forma de decir, qué sé yo si era soviet o no, mamá debe haber creído eso, no lo sé.
–¿A Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola los conoció?
–Los debo haber visto alguna vez, de paso, pero son los ellos (sic) y tantos otros estaban todos en los talleres de Bahía (...) En alguna oportunidad obviamente los he visto, sin duda, pero no tenía trato con ellos, el trato era básicamente de mi madre y mi hermano.
–¿Cómo era ese trato?
–El trato siempre fue correcto aunque el escalamiento de la crisis hizo que la relación después tuviese altibajos y hubiese un enfrentamiento importante producto de que el diario no salía. Y no salía por distintas razones, en general de orden gremial, por lo menos inicialmente lo que recuerdo.
–Sin embargo, en editoriales su madre hablaba de motivaciones secretas, políticas, no hacía centro en la parte laboral...
–No lo sé, los editoriales son los que están, mi madre desgraciadamente no vive, no puedo contestar respecto de lo que escribía mi madre estando yo en Buenos Aires. Además no tenía arte ni parte en el asunto. A los 23 o 24 años suponer que yo iba a manejar la línea editorial del diario sería ridículo (...) Quien podría contestar no está: mi hermano (Federico) era subdirector, vivía en Bahía Blanca y llevaba la relación con el gremio, con la redacción, era el peón de brega. Mi madre no bajaba a la redacción o al taller, el que llevaba eso era mi hermano, es muy difícil imaginar qué pensaban.
–¿Cómo repercutieron los asesinatos de esos trabajadores en su familia?
–Obviamente todos nos sorprendimos –levantas las cejas– porque una cosa es tener diferencias de tipo laboral, cualquiera hayan sido, y otra cosa es el asesinato de dos personas. Si bien es cierto que yo en ese momento no estaba, sí recuerdo la impresión que le causó a mi madre el hecho de que los hubiesen matado. Yo estaba cumpliendo el servicio militar, eso fue creo en mayo o junio del ’76.
–Sin embargo, llama mucho la atención (Zapata busca una palabra, Massot se pone nervioso) que el asombro fuera tal...
–No no no, espere, discúlpeme, no ponga en tela de juicio lo que yo digo –se molesta–. Fue mucho más que asombro. Asombroso podrían ser muchas cosas. Realmente a nadie le gusta y puede sentir ni placer ni cosa por el estilo de saber que dos empleados, por diferencias que hayan tenido... (no cierra la oración). Mamá era una persona muy de decir las cosas, con mucho valor personal, pero tenía claro lo que es una diferencia, por grande que haya sido con un empleado, respecto de poder alegrarse con... (ídem) Obviamente no, fue mucho más que asombro, fue la verdad estupor. ¿Por qué iban a matar a dos personas? Además en el año ’76... Ahora, pasó, de modo tal que decir que mi madre podía asombrarse...
–No no, pero no cerré la frase, lo que me asombra...
–Es otra cosa (murmura)
–... es la notita chiquita en la que el diario cuenta los asesinatos: son veinte líneas en un diario tamaño sábana.
–No lo sé (niega con la cabeza y alza los hombros). No le puedo decir. Le vuelvo a repetir, yo estaba haciendo la conscripción y en ese momento en especial la instrucción.
–¿Pero no lo asombra? Comparémoslo con lo de Ramos. (El comisario Héctor Ramos fue segundo jefe del Servicio de Informaciones de la Policía Bonaerense en Bahía Blanca. Montoneros lo asesinó en 1975 y lo definió como “el más eficiente torturador que conociera nuestra ciudad”. LNP le dedicó una amplia cobertura aunque omitió decir que era jefe de seguridad de la empresa y también el comunicado de Montoneros. A fines de 1977 informó el “total esclarecimiento” con el detalle de nombres de militantes que habían sido asesinados y antes habían estado secuestrados en centros clandestinos.)
–No me pregunte si me asombra o no me asombra (se pone nervioso Massot). Sé lo que en ese momento estaba haciendo, pasaron treinta años. ¿Qué le voy a contestar? ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué fue así? ¿Por qué se publicó donde se publicó? No lo sé, no lo sé.
–Hay un documento de Inteligencia de Prefectura que se llama “Estudio realizado sobre el diario LNP. Guerrilla sindical” (Massot suspira, se muerde el labio, la mirada perdida). En una parte dice que “el proceso de sabotaje fue ampliamente documentado por la empresa a los comandos militares y navales de la zona”. “La función de este trabajo es consignar los datos que pudieran establecer con veracidad respecto al personal a ser raleado de un medio de difusión fundamental, tal cual lo marca la efectiva acción contrarrevolucionaria que tienda a sanear los medios preferidos por la revolución mundial para su labor de infiltración, subversión cultural y posterior victoria”. Después aparece la lista de “principales activistas” a ser raleados y los primeros son Heinrich y Loyola. ¿Cuáles eran esas informaciones que les pasaba la empresa a los comandos militares y navales para que elaboraran este tipo de informes?
–Ninguna, que yo sepa ninguna. ¿Por qué dice que...? (no cierra la pregunta) No tengo la menor idea.
–Varias cuestiones hablan incluso del informe que hace Ramos. (El informe de Prefectura, elaborado en 1975, menciona a Ramos, jefe de seguridad de LNP, como pionero en la “labor de esclarecimiento” sobre el supuesto “sabotaje”.)
–No lo sé, no tengo la menor idea. Sé que ese informe existe porque lo he leído en distintos medios, ahora de ahí a suponer que el diario le brindaba esa información corre por cuenta de quien... sé que Página/12 lo dice.
–No, en realidad lo dice Prefectura en su informe de Inteligencia.
–No tengo la menor idea. Que el diario le provea eso no lo sé, no me consta, pero vuelvo a repetirle: yo no estaba. Si algo de eso ocurrió no puedo decirle por sí o por no porque cuando teóricamente ocurrieron y escribió eso Prefectura yo no estaba en Bahía, estaba haciendo el servicio militar.
–A Heinrich y Loyola los secuestran hacia fines de junio del ’76. Luego aparecen asesinados con signos de tortura, cuatro días después. ¿Tiene alguna información de qué pudo haber pasado en esos cuatro días?
–No tengo la menor idea. ¿Cómo podría saberlo? Es una pregunta que no tiene ningún sentido porque si supiese lo diría, pero al mismo tiempo ¿cómo voy a saberlo estando en el servicio militar?
–Bueno, pero hay múltiples maneras, o sea el contacto con una madre...
–Perdón, perdón, creo que le di la entrevista de buena fe. ¿Qué me quiere decir con el contacto con una madre?
–Que hay cosas que se transmiten de otra manera. No necesariamente tenía que estar en Bahía Blanca para enterarse.
–Por supuesto que no, pero no tengo la menor idea y no veo por qué mi madre va a... (se queda sin palabras) si eso es lo que insinúa. La verdad es que no, no lo sé.
diemar75@gmail.com

viernes, 15 de noviembre de 2013

Massot al banquillo

Por Diego Martínez
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El empresario Vicente Massot, director del diario La Nueva Provincia, de Bahía Blanca, y socio de la empresa desde principios de los ’70, deberá declarar ante la Justicia sobre la participación criminal en el genocidio que le imputa el Ministerio Público Fiscal y sobre los asesinatos en 1976 de los obreros gráficos y delegados Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola. La Cámara Federal de Bahía Blanca revocó el fallo del juez federal subrogante Santiago Martínez, que de un plumazo había rechazado el pedido de indagatoria al considerar que las pruebas no eran suficientes, por lo que deberá ser otro magistrado –que no se haya pronunciado sobre la acusación– quien le tome declaración. Sobre la base de una presentación realizada por Massot para acceder al expediente cuando todavía no había sido imputado, los camaristas Pablo Candisano Mera y Angel Argañaraz dejaron una puerta abierta para que se lo citara como testigo*, aunque destacaron que esa alternativa “no es óbice para que el juez, si considera necesario interrogar al imputado, le asigne forma de indagatoria”.
El tribunal que condenó al primer grupo de represores bahienses en 2012 ordenó en su sentencia que se investigue el rol de los directivos de LNP en el terrorismo de Estado. Los jueces Jorge Ferro, Martín Bava y José Triputti destacaron la “campaña de desinformación y propaganda negra” del diario no sólo para “imponer la versión de los victimarios”, sino para “crear un estado tal de anomia legal en la sociedad que permitió el ejercicio brutal de la violencia irracional”. Recordaron que el general Adel Vilas, segundo comandante del Cuerpo V, aludió a LNP como un “valioso auxiliar de la conducción” y señalaron que la actuación de los Massot “no se halla alejada de toda la ilegalidad que existía en la época”.
Cuando los fundamentos de la sentencia llegaron al juzgado de primera instancia, Massot, sin estar técnicamente acusado, presentó un escrito invocando un artículo del Código Procesal Penal que permite al potencial imputado declarar, aunque se limitó a pedir ser parte en la causa para poder acceder al expediente, pedido que el juez rechazó. En abril, los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani pidieron la detención e indagatoria de Massot y del ex secretario de redacción Mario Gabrielli, que murió en julio. La Procuración señaló la “participación criminal concreta y específica” disfrazada “bajo el ropaje de la actividad periodística” y desmenuzó “el ejercicio de funciones de acción psicológica” diagramadas en el Destacamento de Inteligencia 181.
Si bien las caras visibles del diario eran su directora, Diana Julio, y su hijo Federico Massot, ambos fallecidos, los fiscales destacaron que Vicente Massot tenía un rol “múltiple”, que al menos desde 1974 era socio de la empresa y que en septiembre de 1975, según consta en un acta, su mamá le encomendó “todo trato con el personal”. La fecha es significativa porque, por entonces, Prefectura elaboraba el informe de inteligencia que concluiría en la necesidad de “ralear” de “un MEDIO DE DIFUSION FUNDAMENTAL”, con mayúsculas, a los delegados que meses después serían secuestrados, torturados y asesinados. “Son investigados dos homicidios”, publicó LNP en 20 líneas cuando aparecieron los cadáveres y nunca más informó de los crímenes por los que en 2014 serán juzgados prefectos y marinos.
El juez Martínez, que había delegado la investigación en los fiscales, rechazó sin mayores fundamentos el pedido de indagatoria. Seis meses después, la Cámara revocó el fallo y volvió a poner en manos de un magistrado de primera instancia la decisión de detener a Massot, a quien defiende su cuñado Rubén Diskin, el abogado que en los ’80 defendió a Adel Vilas.




* Aclaración sobre un dato erróneo: Massot no puede ser citado como TESTIGO sino sólo como IMPUTADO, tal como lo califica la Cámara Federal en reiteradas oportunidades y como la Unidad Fiscal lo ha solicitado en su requerimiento y apelación. Los artículos 73 y 279 del Código Procesal Penal que invocó para intentar acceder al expediente antes de que se pidiera su indagatoria refieren ambos a imputados, en su caso a partir de la sentencia del Tribunal Oral Federal que ordenó investigar a los directivos de La Nueva Provincia. Que eventualmente se lo cite en base al 279 (que trata sobre una situación abstracta, pues ya no existe, y que permite al imputado y sólo al imputado ejercer su “derecho de defensa material”) no significa que la declaración no deba necesariamente convertirse un segundo después en indagatoria (para que el acusado pueda ejercer junto con su abogado defensor el “derecho de defensa técnica”) ni que el juez no pueda ordenar entonces su detención. DM