domingo, 22 de febrero de 2015

La pala, el pozo y el olvido

“La convocatoria refleja pura y exclusivamente a una ciudadanía que viene a rendirle homenaje a Alberto Nisman. Me sumo a eso”, dijo Vicente Massot bajo la lluvia, rápido de reflejos, cuando un periodista le preguntó por qué marchaba.
“Dejando la hipocresía de lado, el homenaje a Nisman habrá ocupado algo de las primeras filas de la marcha en Buenos Aires, su familia y alguien más: el resto de los centenares de miles (sic) de manifestantes marchaban por oposición a Cristina Kirchner”, lo corrige hoy su secretario de redacción. “El 18F fue una marcha opositora, sin duda, y fue política también. Es raro que se haya intentado decir otra cosa. ¿Qué hay de malo en oponerse a este gobierno?”, se pregunta.
La marcha dejó “la sensación de un cortejo fúnebre y entusiasta, como la despedida de un muerto malo”, pero “no hay historia que acabe en el cortejo”, lamenta. “En este caso, el del estilo K, faltan aún la pala, el pozo y el olvido”, concluye.
El dueño del diario donde se publica la columna está acusado como auxiliar de la inteligencia militar en operaciones de acción psicológica para justificar y encubrir crímenes de lesa humanidad y como coautor de los secuestros, torturas y asesinatos de Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, dirigentes del Sindicato de Artes Gráficas de Bahía Blanca que lo tuvieron de interlocutor en sus últimos meses de vida, antes de que su mamá le encomendara al general Azpitarte la misión de “chuparlos por izquierda”.
Pala y pozo, previo secuestro y tortura, fue el método por excelencia aplicado durante la dictadura. El olvido planificado de los “muertos malos”, que no es olvido sino elemento central de la estrategia de los asesinos para asegurarse su impunidad, se prolonga hasta hoy en las páginas de La Nueva Provincia.


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