“Dejando
la hipocresía de lado, el homenaje a Nisman habrá ocupado algo de las primeras
filas de la marcha en Buenos Aires, su familia y alguien más: el resto de los
centenares de miles (sic) de manifestantes marchaban por oposición a Cristina
Kirchner”, lo corrige hoy su secretario de redacción. “El 18F fue una marcha
opositora, sin duda, y fue política también. Es raro que se haya intentado
decir otra cosa. ¿Qué hay de malo en oponerse a este gobierno?”, se pregunta.
La
marcha dejó “la sensación de un cortejo fúnebre y entusiasta, como la despedida
de un muerto malo”, pero “no hay historia que acabe en el cortejo”, lamenta. “En
este caso, el del estilo K, faltan aún la pala, el pozo y el olvido”, concluye.
El dueño
del diario donde se publica la columna está acusado como auxiliar de la inteligencia
militar en operaciones de acción psicológica para justificar y encubrir
crímenes de lesa humanidad y como coautor de los secuestros, torturas y
asesinatos de Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, dirigentes del Sindicato de
Artes Gráficas de Bahía Blanca que lo tuvieron de interlocutor en sus últimos
meses de vida, antes de que su mamá le encomendara al general Azpitarte la misión de “chuparlos por izquierda”.
Pala y pozo, previo secuestro y tortura, fue el
método por excelencia aplicado durante la dictadura. El olvido planificado de los
“muertos malos”, que no es olvido sino elemento central de la estrategia de los
asesinos para asegurarse su impunidad, se prolonga hasta hoy en las páginas de
La Nueva Provincia.
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