viernes, 31 de marzo de 2006

"Aunque me llamen genocida"

Página/12

Por Diego Martínez

Un ex marino “orgulloso” de haber sido funcionario de la última dictadura “aunque nos llamen genocidas” pretende dirigir la principal biblioteca popular de Bahía Blanca, que hoy renueva sus autoridades. Para optimizar sus chances le propuso integrar su lista a un ex preso político del tristemente célebre juicio por “infiltración ideológica marxista” contra los profesores de la Universidad Nacional del Sur. “A nuestra lista le vendría muy bien tener un izquierdista notorio para que no nos acusen de fascistas”, se sinceró.


Orlando Enrique Bolognani es capitán de navío retirado, tiene 71 años y mucho tiempo ocioso, que ostenta como principal capital “para sacar a flote” a la biblioteca Bernardino Rivadavia. Una semana después del golpe de Estado, “la toma del poder” en sus palabras, fue designado interventor de la Asociación Obrera Textil “para regularizar anomalías que se observan en el movimiento sindical argentino”. El abogado de la AOL hasta la intervención fue el doctor Norberto Centeno, secuestrado el 6 de julio de 1977 en el operativo conocido como La Noche de las Corbatas, visto en el centro de detención La Cueva (Base Aérea de Mar del Plata) y cuyo cadáver torturado apareció días más tarde.

Dos días después de su nombramiento Bolognani nombró como tesorero al capitán de corbeta y miembro del grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, Jorge Radice, actualmente procesado, en prisión preventiva y embargado por el juez federal Sergio Torres por los delitos de robo y extorsión contra el ex detenido desaparecido Conrado Gómez. Según el relato del secretario del obispado castrense Emilio Grasselli a la hermana de Gómez, el contador “vivió mientras tuvo bienes para negociar, después lo trasladaron”, en referencia a los vuelos de la muerte. Ante la justicia la mujer relató que uno de los cheques arrancados bajo extorsión durante el cautiverio de su hermano estaba firmado “a la orden de la Asociación Obrera Textil, endosado a favor de José Héctor Ríos”, alias utilizado por Radice en las operaciones inmobiliarias de los marinos. El cheque fue rechazado y nunca llegó a la cuenta del gremio intervenido por Bolognani sólo porque la cifra que los marinos pretendían cobrar era superior a la depositada.

Tres décadas después de la dictadura que más libros robó y quemó en la historia argentina, el ex marino intenta reciclarse en la biblioteca local. Dos años atrás su lista fue impugnada por no reunir los requisitos legales. El año pasado fracasó: obtuvo apenas un 18 por ciento de los votos. Para mejorar sus posibilidades consiguió domicilios y mails de los socios, a quienes en varios casos dirigió cartas personales. Una de ellas la recibió por correo postal el sociólogo e historiador Victorio Schillizzi, cesanteado en 1975 por el interventor integrista de la UNS y cara visible de la Triple A bahiense, el rumano Remus Tetu, y preso durante un año y medio por un simulacro de juicio promovido por las Fuerzas Armadas y el diario naval La Nueva Provincia contra “los responsables de la infiltración marxista en los claustros”.

“Con o sin derechos humanos”, ironizó Bolognani, “la biblioteca anda muy mal, nosotros podemos arreglarla y usted puede contribuir”. Le propuso no hacerse eco “de las calumnias que andan circulando, que soy un genocida”, le aclaró que en su lista “Amigos de la Biblioteca” son “todos civiles excepto yo” (además de su esposa Ana Marría Collina lo acompañan Juan Manuel Valea, Ricardo Castro, Alejandro Videgaray, Maricel Albertino, Jorgelina Figini, Marcos Moral, Viviana Sgavetti y Pablo De Biestégui) y le propuso integrarla “para que no nos acusen de fascistas”.

Consultado por Página/12, Schillizzi consideró que “es una afrenta personal que no merezco, una ostensible provocación, sobre todo en estos días”, en referencia a los actos por los 30 años del golpe, que culminaron el miércoles cuando el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel recorrió el terreno del Cuerpo V donde funcionó el centro de detención La Escuelita, fue distinguido por la UNS con un doctorado honoris causa y por el Concejo Deliberante local con un nombramiento unánime como “Huésped de Honor”, noticias que fiel a su tradición el diario La Nueva Provincia ocultó a sus lectores.

sábado, 25 de marzo de 2006

La página más negra de La Nueva Provincia

Ecodías

A 30 años del comienzo del genocidio argentino, EcoDias publica por primera vez la historia del secuestro y asesinato de Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, delegados de los obreros gráficos del diario La Nueva Provincia. Por impulsar medidas gremiales la directora Diana Julio de Massot los acusó de integrar un “soviet” infiltrado en la empresa. Con idéntico método al aplicado con los desaparecidos que la Armada Argentina arrojaba vivos al Río de la Plata, los sicarios locales inyectaron drogas para adormecer a los testigos de sus secuestros.

Por Diego Martínez
La señora se enardecía cada vez que una medida gremial afectaba al monopolio naval. Hacía quince años que Diana Julio de Massot dirigía con mano de hierro La Nueva Provincia, Canal 9 y LU2 Radio Bahía Blanca y le resultaba inadmisible que en su propia casa funcionara un sindicalismo auténtico, combativo, capaz de paralizar el taller en respaldo de reivindicaciones laborales. Sus principales promotores eran tres obreros de la rotativa: el maquinista Enrique Heinrich, secretario general del Sindicato de Artes Gráficas de Bahía Blanca, el esterotipista Miguel Angel Loyola, tesorero, y el armador Manuel Jorge Molina, vocal. El 30 de junio de 1976, dos semanas después de ser advertidos por el Cuerpo V de Ejército para que se dejaran “de romper las pelotas”, los dos primeros fueron secuestrados por hombres de civil que se movilizaban en vehículos militares. El diario no denunció los secuestros, informó en apenas veinte líneas la aparición de los cadáveres y nunca más recordó el caso. Cuando dos periodistas locales consultaron sobre esos asesinatos al dueño de la vida y la muerte del Cuerpo V, el general Adel Vilas fue contundente: “Hay empresas que prefieren matar a sus empleados antes que indemnizarlos. Pero soy peronista, no mato sindicalistas”. También el arzobispo Jorge Mayer prefirió criminalizar a las víctimas para negar su ayuda cristiana y la justicia archivó la causa sin investigar.

La primera tarea de Heinrich y Loyola fue a fines de 1971, como delegados del taller, cuando lograron reafiliar a varios compañeros expulsados cinco años antes. El 25 de mayo de 1973, furiosa ante el retorno de “un sistema que la ciencia política llama democracia” (LNP 25-5-73), la nieta del fundador dejó en claro que hacia el interior de su empresa el régimen castrense continuaba: Héctor Morelli, obrero de la rotativa, peronista acérrimo y tío de Heinrich, fue despedido por marchar frente al diario para festejar el triunfo de Héctor Cámpora.

A fines de 1973 los quites de colaboración en demanda de aumentos salariales retrasaron la salida del matutino, que se publicó con menos páginas de las habituales. El primer día de 1974 el acatamiento masivo a un paro de los gráficos provocó un ataque de ira de la patrona, que días después envió 40 telegramas de despido compulsivo y sin indemnización. Para peor, tras la intervención del Ministerio de Trabajo debió reintegrarlos.

A mediados de 1975 los seis gremios que representaban a los trabajadores del monopolio resolvieron en asamblea un paro por tiempo indeterminado. La medida “rompe el intento de diálogo”, explicó el asistente de dirección Federico Massot (hijo ya fallecido de la directora) al delegado del Ministerio de Trabajo. Tan abierto era el diálogo que la señora se negaba a compartir una oficina con sindicalistas.

Los gráficos exigían la aplicación de un franco cada cuatro días, como establecía el convenio de trabajo. La medida tuvo alta adhesión, el diario no apareció durante tres semanas y debió acceder al reclamo. En esos días Molina fue baleado al llegar a su casa desde un Ami 8 gris que usaba el personal de seguridad de la empresa.

El día que La Nueva Provincia (LNP) reapareció, la directora denunció la “labor disociadora de algunos delegados obreros cuyos fueros parecieran hacerles creer, temerariamente, que constituyen en verdad una nueva raza invulnerable de por vida” (LNP 1-9-75). Sugirió que pretendían intervenir el diario “a efectos de cooperativizarlo o crear alguna otra forma de autogestión sovietizante”, insistió con que “la infiltración más radicalizada ha hecho presa del movimiento obrero argentino” y anunció que “esta empresa también conoce el ‘soviet’ que aún usufructúa y aprovecha dentro de nuestra propia casa el desorden generado por un estado en descomposición”. Semejante acusación en 1975, en boca de un diario militarizado, desbordante de obsecuentes y de lectura obligatoria en el Cuerpo V y en la base naval de Puerto Belgrano, era una virtual condena a muerte.

Días después la directora condicionó el ingreso de los obreros a sus puestos de trabajo a la firma de un “acta de conformidad”, por la cual se comprometían a colaborar con la empresa y, en caso de incumplimiento, aceptaban el despido sin indemnización. Los 30 que se negaron fueron suspendidos por 5 días. Mientras Heinrich y el secretario de actas Luis Martínez denunciaron ante el Ministerio de Trabajo “una nueva maniobra empresaria de evidente lock-out”, el Sindicato de Prensa local, con las firmas de su secretario general Carlos Armero Sixto y del de la obra social Luis Andueza, denunciaron que “la obcecada, reaccionaria y antisocial política” del diario “condena al hambre y a la desesperación a 150 familias”.

Días de gloria
Al anochecer del 24 de marzo de 1976 mamá Diana y un veinteañero Vicente Massot desfilaron eufóricos con una bandera argentina alrededor de la rotativa. “¿A que no se animan a hacer huelga ahora?”, desafió la mujer al secretario de actas, mientras su hijo envalentonado le pateaba la bicicleta a un empleado. En aquellos días de euforia cesanteó a 17 obreros gráficos, medida que excluyó a quienes tenían fueros sindicales.

A mediados de junio, mientras reclamaban el pago de los días de paro descontados, Heinrich, Loyola y Molina fueron citados al Cuerpo V. “Nos recibió un capitán, no recuerdo el nombre -relata Molina-. Nos dijo ‘Muchachos, déjense de romper las pelotas, la mano viene dura’. No tomamos esa advertencia como una amenaza. No medimos qué había detrás de esas palabras”.
Dos semanas después, al atardecer del 30 de junio, una patota de civil se instaló en la casa de Loyola. Lo esperaron hasta las cuatro de la madrugada, cuando terminó su trabajo en la rotativa. A medida que llegaban, familiares y allegados fueron maniatados y vendados. “Algunos usaban guantes y todos, por su manera de expresarse, denotaban cierta cultura”, declaró la mujer de Loyola en el sumario policial. Los vecinos vieron vehículos militares cortando la cuadra durante casi 7 horas. Cuando al fin cayó la presa, los 7 testigos del secuestro, incluida su mujer embarazada, fueron inyectados en sus brazos con una droga que los durmió en segundos, marca registrada de la Armada Argentina en sus célebres vuelos de la muerte.

Desde allí fueron a buscar a Heinrich, recién llegado del diario. Vivía con su esposa y cinco hijos en una casa de un dormitorio. Rompieron la puerta con un golpe seco y antes de que la familia alcanzara a moverse ya estaban en la habitación, encandilándolos con linternas. Heinrich atinó a pedir que se identificaran. Dijeron “somos de la Federal” y lo encañonaron. Mientras los chicos lloraban y la mujer intentaba detenerlos, Heinrich pidió que no le pegaran delante de sus hijos. Le ordenaron vestirse y se lo llevaron.

Monseñor Mayer: “En algo andarán”
Durante 4 días estuvieron desaparecidos. Molina, junto con un ex maestro del colegio La Piedad, donde también había estudiado Loyola, fueron a la Curia a pedirle ayuda al arzobispo bahiense, monseñor Jorge Mayer. La respuesta de Mayer fue la misma que escucharon todos los padres desesperados que lo consultaron por sus hijos secuestrados: “En algo andarán”. La noticia circulaba en los pasillos de La Nueva Provincia pero no apareció en sus páginas.

El domingo 4 de julio una familia que mateaba en la “Cueva de los Leones”, paraje a 17 kilómetros de Bahía Blanca, encontró los cadáveres maniatados por la espalda, con signos de torturas y destrozados a tiros. Alrededor había 52 vainas calibre 9 milímetros. Nunca se supo dónde transcurrieron sus cautiverios. Ningún directivo ni periodista de La Nueva Provincia fue al velorio ni se solidarizó con el dolor de las familias.

Dos días después, bajo el título “Son investigados dos homicidios”, algún plumífero obediente redactó la noticia en veinte líneas, perdidas en una hoja tamaño sábana. Como quien informa sobre muertes insignificantes en algún rincón remoto del mundo apuntó que “se desempeñaban en la sección talleres de este diario”. Fue la primera y la última referencia de La Nueva Provincia al asesinato de los obreros que más disgustos le habían provocado. Un día después de recibir el sumario policial el juez penal de turno Francisco Bentivegna se inhibió de actuar y remitió la causa a su colega Juan Alberto Graziani, que al mes siguiente la archivó para siempre.
En 1997 Jorge Molina consiguió que dos calles de la periferia bahiense recordaran a sus compañeros. Paradójicamente, están a pocas cuadras del barrio Federico Massot.


La amnesia bahiense / recuadro
“Con su coherencia y honestidad Heinrich y Loyola se habían ganado el respeto de sus compañeros”, recuerda Carlos Iaquinandi, miembro del Sindicato de Prensa bahiense hasta su exilio en 1976 y actual director en España del Servicio de Prensa Alternativo, SERPAL. “A pesar del miedo y las amenazas consiguieron organizar sindicalmente el taller de La Nueva Provincia. Creían en lo que hacían. No usaron el sindicato para enriquecerse ni para colocarse en ningún cargo. Al contrario, eligieron el camino más difícil. El que significó muerte, cárcel, tortura o exilio. Y por eso murieron. Por ser honestos en un tiempo donde para muchos hacer sindicalismo era llenarse los bolsillos, sacar provecho o a lo sumo pasar inadvertidos y tener buenas relaciones con las patronales. Esos quedaron vivos y libres, disfrutando de lo robado, ocupando cargos públicos y privados. Bahía Blanca sigue siendo un feudo de la amnesia colectiva impuesta y aceptada. Sólo una fenomenal hipocresía explica que casi treinta años después de aquellos terribles crímenes no haya una reivindicación amplia y colectiva de Heinrich y Loyola como personas y como sindicalistas”.

viernes, 24 de marzo de 2006

A treinta años del Golpe


Documento leído el 24 de marzo de 2006 frente al centro clandestino de detención “La Escuelita”, en el Cuerpo V de Ejército de Bahía Blanca.

Por Eduardo Hidalgo. Secretario general de APDH Bahía Blanca
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El ejercicio de la memoria, que volvemos a realizar este 24 de marzo, tiene al menos dos perfiles que confrontan, con secuelas que se mantienen hasta nuestros días. El inicio oficial de la dictadura más sangrienta que recuerda la historia argentina, y el movimiento de resistencia que le hizo frente y que se continúa hoy, en la lucha contra la impunidad. La resistencia, pasada y presente, la asumieron trabajadores, estudiantes, vecinos, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, los recluidos en prisiones “visibles” y en centros clandestinos. Hubo que enfrentar por entonces tortura, campos de concentración, secuestros, asesinatos, desapariciones, cárcel, exilio, hasta casi llegar al límite de las fuerzas. Fue el acto inaugural de un proyecto que remite, además del terror represivo, al horror económico, a la sangría política, social y cultural que seguimos padeciendo, en el marco de un funcionamiento institucional condicionado donde la representatividad es asumida como propiedad del partido que gana las elecciones, y no de los representados, que son quienes le otorgan el mandato a los electos para que cumplan y pongan en vigencia todos y cada uno de nuestros derechos.

El actual presidente ha dado unos pocos pasos y algunos gestos que los organismo valoramos positivamente, pero poco o casi nada se ha hecho respecto de la distribución de la riqueza, eje central para quebrar al poder económico concentrado, cuando hacerlo significa la base fundamental de una auténtica democracia es decir devolver todos y cada uno de los derechos arrebatados al pueblo argentino. Se trata entonces para nosotros de seguir siendo quienes éramos, con todas nuestras heridas y nuestros nombres sin respuesta, por eso nuestra identidad es la lucha por la memoria. la verdad y la justicia. Memoria para recordar y señalar a ejecutores y cómplices de lo que nos paso y nos pasa hoy, verdad para probar como lo hemos hecho en los estrados judiciales aún con todo el poder en contra y legislado para la impunidad, y justicia para los crímenes de ayer, por cada niño desnutrido cuyas consecuencias de capacidad se mostrarán brutalmente dentro de pocos años, y para cada compatriota y convecino que por su protesta en reclamo de la vigencia de sus derechos, es enjuiciado como un delincuente.

Mientras esto sucedió y sucede, Bahía Blanca mayoritariamente se mantiene sumergida en un pacto de silencio ominoso y terrible. El juego del “como sí”, una confabulación lamentable y tristísima que consiste en actuar como si aquí no hubiera pasado o no pasara nada, cuando en realidad pasó y pasa muchísimo. Pero la ciudad mantiene su complicidad con el nefasto error de negar y olvidar. Docentes y directivos de muchas escuelas impiden hablar con claridad sobre lo que nos pasó, o se transforman en transmisores del discurso de los dos demonios pretendiendo una neutralidad que no es posible cuando se habla de Terrorismo de Estado y sus consecuencias. Una corporación médica que sigue encubriendo en su seno y con excusas reglamentaristas a los profesionales que fueron denunciados por ser parte de la represión genocida. La corporación de abogados que recientemente han minimizado las opiniones contrarias respecto de su compra del edificio del diario local golpista, diciendo que son opiniones prejuiciosas, a pesar de las pruebas que se acumulan en las propias páginas de ese diario. Aquí la mayoría no se permitió ni siquiera la decencia ni la higiene síquica del duelo. La mayoría de los bahienses están convencidos que es posible apretar las manos sobre la tapa bajo la cual se oculta el horror de ayer y de hoy, y que cuando se animen a quitarlas el horror habrá desaparecido. Pero seguirá allí, en el mismo punto en que decidieron dejarlo disimulado bajo una gruesa capa de olvido. Porque el tiempo no sirve para borrar las huellas de lo que no se concientiza. Y nos preguntamos hoy junto a los que no se han plegado a esta amnesia planificada; ¿qué va a ocurrir entonces?, ¿Bahía Blanca asumirá su realidad?, ¿tendrá finalmente el coraje de rebelarse contra toda esa mediocridad que la empantana y no la deja ser?

Solo será posible si existe un proyecto común de verdadero cambio, sin dogmatismos, sin hegemonismos, sin falsos y decadentes liderazgos ya fracasados, es decir un cambio revolucionario con protagonismo y participación fundamental de la sociedad, que es solamente como se concibe un auténtico cambio social. De poco sirve que en la superficie y a cierta distancia se advierta la presencia de un intendente, un cuerpo de concejales, escuelas y muchos otros elementos vivos propios de una organización ciudadana, si hay un poder cuya planificación y acción la integraron y la integran hoy muchos dirigentes de todo orden, otorgándole un ritmo a la Bahía y que aúnan esfuerzos concurrentes a un mismo objetivo, cual es el de impedir que esta ciudad emerja de su letargo y continúe siendo sometida al arbitrio de una filosofía implantadora de costumbres y códigos tácitos. A instancias del entumecedor incienso con el que se fumiga diariamente a la población desde las páginas de ese diario, que impunemente aún por estos días reivindica a genocidas como Etchecolaz entre otros.

Será cuestión de esperar, entonces. Porque aunque nos prohibieron el agua, nunca pudieron ni podrán prohibirnos la sed. La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco. Vale la prédica constante, continua, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abstracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil. Vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento.

Cuando asome ese día, los bahienses, que también son argentinos, podrán descubrir la vida real y decidir su propio destino. Mientras tanto, algunos pocos con la mente todavía sana seguiremos obrando para mantener encendido el fuego.

Por eso decimos en este día, como en cada uno de nuestros casi 20 años de existencia en esta ciudad, nuestros deseos: justicia para los 30.000 compañeros, justicia para el pueblo, plena e irrestricta vigencia de todos los derechos humanos para todos, y con nuestros sueños intactos y la vida por delante para hacerlos realidad, seguimos recordando que el sur también resiste.

lunes, 13 de marzo de 2006

"Luchar por la dignidad humana es luchar por la propia dignidad"

Ecodías
Mirta Mántaras en Bahía Blanca


Por Natalia Carabajal Figueroa
Acerca una silla y nos ubica en la mesa redonda. Ceba un mate, para que nos recuperemos de la escalera. Está atenta, sonriente. Es una mujer dinámica. Su cuerpo se mueve y acompaña cada palabra. Y sus palabras son sostenidas por sus acciones a lo largo de décadas.

Mirta Mántaras es abogada, escritora, periodista.

Más allá de sus palabras Mirta Mántaras nos habla de la fuerza del trabajo y del movimiento constante, incansable, para que se logre justicia.

- ¿Por qué juicio y castigo y no venganza?


- Cuando los familiares, los sobrevivientes estaban en esa lucha, lo que naturalmente sale del alma es poder vengarse o algo relacionado con la persona que le ha quitado a su hijo, su nieto, que le ha destrozado su familia. La no venganza fue una consigna expresa que se estableció, se comentó y se difundió porque lo que proponían era que fuera posible obtener un juicio, porque el juicio era algo que servía a la comunidad, que servía para que nosotros fuéramos forjando esta salida de la dictadura para convivir en un sistema civilizado
Esa consigna fue muy buena, porque permitió ir avanzando con un horizonte muy concreto y por otro lado ha sido muy importante para la adhesión de todas aquellas personas que inclusive en 1983 ignoraban lo que acá había pasado.

En un trayecto de la charla Mirta se detiene en la importancia que adquiere la creatividad en la búsqueda de justicia en el caso de los desaparecidos y los crímenes cometidos. Menciona a la calle, a los espacios públicos como lugar de florecimiento. Esta creatividad es parte del quehacer colectivo, creatividad que llevó, por ejemplo, a que surjan las reconocidas siluetas de los desaparecidos como representación y que se diseminen por el todo país.

“Cuando surgen las siluetas de los desaparecidos es para darles carnadura, para que permitan contar su historia. Se hace en muchas comisiones de la memoria, donde abren una carpeta con fotos, recuerdos que las mamás generalmente guardamos. Y se han hecho carpetas que al mirarlas parece que uno está frente a una persona, que la tiene delante con su espíritu, con sus amores, con lo que escribió algún día en su cuaderno… O sea, tiene carnadura”.

- “No están, no son” dijo Videla al referirse a los desaparecidos…


- “No están” significaba que no están porque ellos los habían asesinado, pero además “no son” significaba no tienen importancia ya sus luchas, sus objetivos, sus pasiones, su amor a una patria grande liberada. Querían borrar no sólo la persona física sino todo lo que la persona sentía, todo lo que la persona proyectaba, sus ideas políticas… Entonces cuando Videla dice “No están, no son”, nosotros le contestamos: “¡Presentes!” y son este, este, este… y han hecho esto, esto, esto, tienen estos rostros y estas han sido sus propuestas, estos han sido sus ideales: que todos tengamos igualdad de oportunidades.

- ¿Qué sentido le dieron los militares a la desaparición, a la no entrega de las personas?


- En realidad, la desaparición es el apropiarse del cuerpo, de un cuerpo yerto, de un cuerpo asesinado. Para los familiares es muy importante el cuerpo por el duelo. Pero ellos han hecho desaparecer a las personas no tanto para que no tengan identidad sino más bien para eludir la responsabilidad criminal por sus terribles delitos atroces y para no ser responsables de estos delitos. Ha sido una forma de eludir la responsabilidad por crímenes aberrantes y atroces que ofenden a la familia humana porque son delitos de lesa humanidad.

Mirta Mántaras menciona que la Cámara Federal de Bahía Blanca fue la única en el país que declaró la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad y reconoce como un mérito de los bahienses que su Cámara Federal fue la única que mantuvo e insistió en la inconstitucionalidad de las leyes de obediencia debida.

Sobre el tema de la lucha, de la continuidad de las luchas y la dignidad nos dijo: “Cualquier lucha por la dignidad humana es una lucha de solidaridad, pero es una lucha por uno mismo, por la dignidad propia. La lucha es una lucha por la dignidad y esto está adentro del ser humano. La dignidad es el reconocimiento de cada quien como es, con su pensamiento y su identidad, con su individualidad y con su pertenencia a una sociedad, a un colectivo social. La dignidad es ser tenido por lo que uno es; por eso abarca a la familia humana el principio de la dignidad, por eso está exaltada en todas las convenciones internacionales como la base: la dignidad de la persona humana. Y cuando se habla de delitos de lesa humanidad, se habla de delitos que ofenden a la familia humana. La lucha por la libertad: es algo que surge del ser humano”.

“La lucha no se termina nunca, la sociedad es un sujeto colectivo social, tiene una vida que continúa, donde por supuesto van cambiando las personas: unos mueren, los otros nacen, pero la sociedad como sujeto colectivo social está en constante movimiento. Es eso de pasar la antorcha… Se pasa la antorcha a las generaciones nuevas y uno la recibió de los que ya se fueron. Porque el sujeto colectivo social es un sujeto histórico, es un sujeto que tiene un pasado, un presente y un futuro, entonces siempre va a haber una lucha de aquellos que están oprimidos, silenciados, maltratados, discriminados y de todos aquellos que consideran que esta vida es para todos concebida en forma igualitaria”.


Mirta Mántaras presentó su libro

A los hijos de todos


“Genocidio en la Argentina” es el nuevo libro de la doctora Mirta Mántaras, quien estuvo en la ciudad y presentó la publicación que ya fue declarada de interés provincial en Río Negro.

Mántaras, abogada patrocinante de la APDH y de las víctimas y familiares de desaparecidos, refirió que en Bahía Blanca se declaró la nulidad de las causas por inconstitucionalidad de la ley de Obediencia Debida y Punto Final. Además, explicó que se han presentado muchos hijos que cuando se comenzaron con las causas eran pequeños y ahora se presentan para reclamar justicia.

Abordaje histórico


A modo de reseña Mántaras dijo que “el abordaje del libro es histórico pero que tiene que ver con una enseñanza que nosotros tuvimos durante todos estos años de lucha por el juicio y castigo a los culpables: las organizaciones de derechos humanos, aun las más pequeñas, las que están en los pueblos chiquitos, las que no conocemos, han hecho una lucha muy original, que es constituir organizaciones intermedias de control del poder, del control del gobierno, de control de los actos públicos. Las organizaciones de derechos humanos han demostrado creativamente que han mutado las formas de lucha, porque cuando vivieron en la impunidad se buscó el castigo social con fotos de los represores, con las siluetas de los desaparecidos, para darles carnadura, para darles una existencia y rehusar aquello que había dicho Videla -“No están, no son”-: Sí están, sí son, acá les damos carnadura”.

Por otra parte, mencionó que dentro del material publicado se incluyeron los juicios de Madrid: “Con los juicios de Madrid se ha avanzado enormemente, siempre el mismo grupo acompañado por el pueblo, de estas organizaciones intermedias. Ha habido un debate internacional con relación a la figura de los delitos de lesa humanidad y se ha logrado que después de tantos años se reabran los juicios, se anulen las leyes de impunidad y sea posible lograr ese objetivo propuesto allá en los años 76 cuando se crearon los primeros organismos de derechos humanos”.

A los jóvenes


Respecto a los destinatarios de la publicación y a la finalidad de la misma Mirta destacó que “el libro está dedicado a los hijos de todos, a los jóvenes, ellos son los más interesados en este libro, porque no han vivido lo que hemos vivido nosotros que lo conocimos en carne propia o desde la prensa. El libro persigue la finalidad de que conozcan esta historia, es como una narración histórica que no tiene apéndice documental porque las partes importantes están transcriptas, los fundamentos -como los juicios a las Juntas- están transcritas, partes de las leyes de impunidad, los reglamentos castrenses que tienen importancia para demostrar que el genocidio fue planificado”.

El libro también incluye el análisis de la resistencia obrera así como también de la deuda externa. “Es lo que yo llamaría un libro sencillo de leer que le sirve a cualquier ciudadano que se interese en el tema y en recordar… Como me dicen los periodistas: es un fantástico recordatorio”, agregó Mántaras.

Finalmente, adelantó que pronto escribirá otro libro como continuación de este, relacionado a los juicios que se desarrollan en el país y con la situación histórica de la Argentina.


Búsqueda de la verdad


Por Denise Navarrete

Antes de la conferencia de prensa brindada el 8 de marzo en la sede del Banco Credicoop de calle Donado, la doctora Mirta Mántaras fue entrevistada por la periodista Denise Navarrete.

- ¿En qué punto se cruzan el Genocidio en la Argentina y este Día de la Mujer?


- Yo creo que tiene que ver con que nosotras las mujeres hacemos aportes intelectuales, aportes en la lucha cotidiana, en los juicios, en todo lo que estamos activando para la defensa tanto en nuestros derechos de género como de los derechos humanos. Entonces creo que unir las dos cosas ha sido muy interesante, y nosotros hemos tenido también víctimas que han sido mujeres, víctimas muy humilladas por su condición de mujer y también la apropiación de sus hijos que es el peor delito. Entonces la idea era justamente unir estas dos cosas.

- A 30 años del golpe, ¿se puede pensar en otra Argentina?


- Yo creo que sí. Fijate que hay una gran actividad de los derechos humanos que mostró cómo es posible que una organización intermedia tenga control del poder, control de los gobiernos. Se ha podido lograr el objetivo que era el juicio y castigo de los culpables del genocidio. O sea, es una empresa que después de 30 años logró un primer juzgamiento, y si bien hubo un impasse por las leyes de impunidad se siguió, y al seguir se ha logrado que se prosiga con los juzgamientos, lo cual es un ejemplo a seguir.

“La otra cosa que nosotros tenemos como cuestión diferente pero que tiene que ver con nuestro pasado reciente, es que la comunidad ha empezado a actuar en forma directa, saliendo a la calle, mostrando la necesidad de superar la democracia representativa para ir a la democracia participativa y esto lo vemos nosotros en todas las actividades que se hacen.”

- Hay muchas expectativas en Bahía Blanca porque aunque para mucha gente no pasó nada, pasaron muchas cosas aquí en Bahía Blanca. ¿Cómo está la causa con respecto a los juzgamientos?


- Respecto a la causa estuvimos demorados por un problema de competencias, pero en este momento ya el juez que tiene la causa declaró la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad, entonces nosotros tenemos como tema pendiente que declare la nulidad de los indultos y también pedimos que se retrotraiga la situación al momento en que nosotros la dejamos, que fue cuando estábamos en plena indagatoria. Tengo entendido que ahora el fiscal Castaño va a pedir las citaciones a declaración indagatoria.