domingo, 14 de abril de 2013

¿Qué no supo el padre Vara?



El juez federal bahiense Santiago Martínez deberá revisar su negativa a indagar al ex capellán Aldo Omar Vara sobre su participación en delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en el Quinto Cuerpo de Ejército. Los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani destacaron al reiterar el pedido que el rechazo es arbitrario e implica “una clara interferencia y obstaculización de la investigación” que el magistrado delegó en el Ministerio Público Fiscal.

A los testimonios de sobrevivientes de La Escuelita que declararon sobre laindiferencia de Vara cuando le contaban sobre las torturas, los fiscales agregaron que el propio sacerdote admitió durante el Juicio por la Verdad en 1999 haber visto rastros de los tormentos sobre los cuerpos de jóvenes privados de su libertad en el Batallón de Comunicaciones 181.

A los relatos de ex conscriptos que recordaron la relación de Vara con los militares que torturaban en el centro clandestino, los fiscales agregaron citas del reglamento de combate RC-5-1 “Operaciones Psicológicas” que ilustran sobre las “responsabilidades del capellán” en los lugares de detención. “Todos los recursos de las Fuerzas Armadas estaban volcados a la 'lucha antisubversiva'; resulta claro entonces que la función de un capellán en esos centros del horror tenía un claro objetivo en el 'combate', tanto que se le asignaba 'responsabilidad' por escrito y en un reglamento”, destacaron.

Con citas del juez Daniel Rafecas, los fiscales recordaron que “toda persona que desarrollaba una actividad en el campo de detención y tortura, ya sea que se vinculara a la guarda o aseguramiento de los ilegalmente detenidos, ya sea que interviniera en los interrogatorios o fuera miembro de los grupos de tareas, en la medida que haya tenido un dominio de hecho sobre los secuestrados, efectuaba un aporte esencial al mantenimiento de las víctimas bajo un régimen de vida constitutivo de la imposición de tormentos ya descripto, más allá de la mayor responsabilidad penal que oportunamente corresponda asignarle a aquellos que tuvieran intervenciones más directas en la aplicación de suplicios”.

“Así como los médicos ponían sus saberes al servicio del plan represivo, los sacerdotes, amparándose en su misión pastoral, interrogaban a los secuestrados, produciendo bajo esa modalidad y con esa singularidad la sesión de interrogatorios bajo tortura”, recordaron los fiscales. “A Vara la constaba sobradamente cómo era ese régimen de terror que imperaba en el CCDyT y a qué padecimientos indecibles condenaban a cada una de esas personas cautivas, porque él era parte”, destacaron.

Nebbia y Palazzani también recordaron que la delegación de la investigación por parte del juez implica que son los fiscales quienes deben merituar la oportunidad de impulsar actos como la citación a indagatoria. Justamente en la causa bahiense, ante la resistencia del ex juez Alcindo Alvarez Canale a indagar a los ex secretarios judiciales Hugo Sierra y Gloria Girotti, la Cámara Federal de Casación Penal estableció que quien puede oponerse a la indagatoria es “tan sólo la asistencia letrada”, léase sus defensores, pero nunca “el tercero imparcial”, como es en teoría el juez de la causa.




Grafitti en la catedral de Córdoba, frente al Archivo de la Memoria.

domingo, 7 de abril de 2013

Aldo Vara, un sacerdote que sigue impune

Vara fue capellán auxiliar del Cuerpo V y tuvo un rol protagónico junto a los represores. Los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani pidieron su detención e indagatoria, pero el juez federal de Bahía Blanca Santiago Martínez rechazó la solicitud.

Por Diego Martínez
/fotos/20130407/notas/na18fo01.jpgLa Justicia de Bahía Blanca se resiste a investigar a los sacerdotes que actuaron al servicio del terrorismo de Estado. El ex capellán Aldo Omar Vara admitió en 1999 que supo de las torturas en el centro clandestino La Escuelita y que vio las secuelas de la picana sobre el cuerpo de jóvenes secuestrados en el Batallón de Comunicaciones 181. El entonces fiscal general Hugo Cañón pidió su imputación pero la Cámara Federal se la negó. Trece años después, el tribunal que condenó al primer grupo de represores del Cuerpo V de Ejército –integrado por jueces foráneos porque sus pares bahienses no daban garantías de imparcialidad– tomó nota de los testimonios sobre Vara, consideró probada su “culpabilidad” en secuestros y torturas, y ordenó que se lo investigara en primera instancia. Los fiscales federales José Nebbia y Miguel Palazzani desmenuzaron las pruebas contra el ex capellán, a quien caracterizaron como un agente de Inteligencia que sólo por su técnica se diferenciaba de los militares, y pidieron su detención e indagatoria. El juez federal Santiago Martínez rechazó el pedido con cuatro palabras: “No surgen elementos suficientes”.

Vara fue capellán auxiliar del Cuerpo V entre 1971 y 1979 y es el único sobreviviente de los religiosos que tuvieron un rol protagónico junto a los represores del comando bahiense. En los últimos años murieron impunes el ex arzobispo Jorge Mayer, que llegó a bendecir medallas de torturadores hoy condenados; su segundo Emilio Ogñenovich, quien en 1976 justificó que “los profetas de una moral sin Dios están recogiendo las consecuencias lógicas”; y Dante Inocencio Vega, el capellán del Cuerpo V que durante la dictadura admitió ante madres de secuestrados que sus hijos estaban en La Escuelita y en democracia juró por la Biblia no conocerlas.

El más conocido de los casos que involucran a Vara es público desde el juicio a las Juntas gracias al testimonio de un grupo de estudiantes de la Escuela Nacional de Educación Técnica No 1 que fueron secuestrados en diciembre de 1976 y torturados durante un mes en La Escuelita. Abandonados en una ruta, otro grupo de militares simuló rescatarlos y los llevó al Batallón, donde recibieron varias visitas del capellán. Uno contó que “nos traía galletitas, cigarrillos, preguntaba cómo habíamos llegado ahí, pero no le avisó a nuestros padres como le pedíamos”. Gustavo Aragón consideró una ironía que Vara fuera a llevarles “la palabra de Dios” y a hacerlos rezar mientras seguían en cautiverio. Gustavo López contó que a veces iba con sotana y otras con pantalón, siempre con cuello blanco. José María Petersen declaró que les daba “una especie de contención”, pero cuando relataban las torturas permanecía en silencio. Recordó una respuesta de antología que el tribunal apuntó en la sentencia: Vara sugirió que los secuestradores eran paramilitares que actuaban por su cuenta y que los estaban buscando.

Cuando Dorys Lundquist de Chabat supo que su hija Patricia estaba secuestrada en los fondos del Cuerpo V intentó hacerle llegar ropa y medicamentos homeopáticos a través de Vara. Dos días después de dejarle el envío en la casa que el cura compartía con su madre, Vara la visitó en su Citroën amarillo limón, recordó. Le dijo que no podía hacerle llegar el paquete a su hija pero que se quedara tranquila que estaba bien atendida y bien alimentada. “A las chicas las respetan”, le aseguró, en referencia a lo que ocurría en el centro clandestino. Dos días después de ser blanqueada en la cárcel de Villa Floresta, aún con signos visibles de tortura, Patricia recibió la visita del sacerdote, a quien había conocido en su adolescencia. Vara le aconsejó olvidarse de los padecimientos en cautiverio y le dijo que todo era culpa de sus padres.

No sólo los sobrevivientes recordaron la actuación de Vara durante el juicio oral. El ex conscripto Daniel Fonti, quien ingresó al Cuerpo V a fines de 1975 luego de recibirse de médico y se negó a asistir un parto en el centro clandestino, declaró que Vara tenía “mucho contacto con la gente asignada a La Escuelita”. “Al centro clandestino iban religiosos, curas”, relató a su turno el médico Alberto Taranto, que como conscripto también se negó a acatar órdenes ilegales. “Supe cómo se llamaban (los capellanes) pero no recuerdo”, agregó. Cuando le preguntaron por otras autoridades eclesiásticas dijo que “monseñor Mayer habitualmente iba al comando a reunirse con (el segundo comandante, general Abel) Catuzzi y he visto que caminaba hacia ese lugar (La Escuelita), lo hacía con sus hábitos”.

Citado como testigo en el Juicio por la Verdad en 1999, luego de que el fiscal Cañón le recordara su obligación de no mentir, Vara confirmó el relato de los estudiantes de la ENET. “Esos chicos dijeron que habían estado en un lugar clandestino llamado La Escuelita, que nunca visité”, se adelantó a la pregunta. “Todo el mundo en la ciudad hablaba de La Escuelita”, sugirió. “Alguno dijo que había sido torturado” con “métodos eléctricos”, recordó, y admitió que tenían secuelas. “No recuerdo exactamente (en qué parte del cuerpo) pero me las mostraron”, dijo. Como “corrían peligro de vida ellos y sus familias”, les recomendó que no hablaran “más que con su papá y su mamá”, al menos “hasta que llegaran tiempos en que se pudiera hablar”. Cañón acusó a Vara como partícipe secundario de los delitos de torturas y privaciones ilegales de la libertad. Los jueces Luis Ramón Dardanelli Alsina, Víctor Américo Bambill y José Pedro Díaz se negaron a citarlo a indagatoria.

En septiembre de 2012, luego de escuchar a casi 400 testigos, los jueces Jorge Ferro, José Triputti y Martín Bava ordenaron en su sentencia que se investigue a Vara, a quien no pudieron escuchar porque la Iglesia Católica dijo ignorar su paradero. El tribunal consideró haber “determinado a esta altura de los hechos y con el grado de probabilidad suficiente la culpabilidad del sacerdote” en delitos de lesa humanidad. Como el juez Martínez delegó la investigación en el Ministerio Público, la orden del tribunal recayó en los fiscales Nebbia y Palazzani, que dos días después del nombramiento del papa Francisco pidieron la detención del ex capellán.

“Vara garantizó la continuidad de la privación ilegal de la libertad y torturó psíquicamente a los cautivos dentro del centro clandestino y a sus familiares afuera”, escribieron los fiscales. “Así como los médicos ponían sus saberes al servicio del plan represivo, los sacerdotes, amparándose en su misión pastoral, interrogaban a los secuestrados”, apuntaron, y destacaron que Vara “comparte el pacto de silencio cínico y cruel que une a todos los responsables, silenciando información que podría aliviar el dolor de sobrevivientes y familiares”. Entre los elementos que refuerzan las pruebas del rol de Vara citaron su carta de despedida al jefe del Batallón 181 en 1979. “Fue un honor para mí haber podido comprometer mi vida, y arriesgarla, durante estos largos años de iniquidad y salvajismo. Fue un honor brindar mi aporte sacerdotal a una empresa tan difícil”.