lunes, 6 de septiembre de 2004

El diario de los Massot tiene un negocio en mente

Página/12

La Nueva Provincia se inspiró: por módico millón y medio de pesos quiere venderle su edificio al Concejo Deliberante de Bahía Blanca. Así pasaría de símbolo reaccionario a sede democrática.

Por Diego Martínez
Da escalofríos: el Concejo Deliberante de Bahía Blanca se mudaría al edificio del diario naval La Nueva Provincia. Su director le planteó el negocio al ex intendente radical y en 1999 el edificio se valuó en 1.550.000 pesos, cifra exorbitante para un municipio. La oferta del radical no convenció y tomó la posta Rodolfo López, sucesor con banderas del PJ y funcionarios de la UCeDé. El negocio debía cerrarse en silencio pero trascendió.


No debería ser un tema local, porque hay muchos más feudos que San Luis o Santiago donde escasean micrófonos a disposición de quienes luchan. Por ejemplo, el 24 de marzo, mientras el Presidente pedía perdón en nombre del Estado por tantas atrocidades silenciadas, un grupo de hombres y mujeres se reunió por primera vez frente a la tranquera de La Escuelita, el campo de concentración del Cuerpo 5 de Ejército. Recordaron a los desaparecidos, a los bebés robados allí por militares, y dejaron como testimonio poemas impresos sobre telas, precarias por la certeza de que durarían poco. Dos horas después no estaban. La mayoría de los bahienses lo ignora, como ignora el fraude que se negocia a sus espaldas.

La Escuelita es el símbolo sureño del genocidio pero es invisible, también la desaparecieron. Bahía tiene sin embargo un símbolo imponente y en pleno centro, pegado a la catedral, el edificio de la dirección de La Nueva Provincia, a cargo de Diana Julio y de sus hijos Vicente y Alejandro Massot, ex plumas de Cabildo, El Fortín y el movimiento Dios, Patria y Familia. Desde allí se promovió la cacería y aún hoy se hace una apología diaria del terrorismo de Estado. Adolfo Scilingo, amigo de la casa cuando tiraba cuerpos dopados al mar y enemigo tras confesarlo, escribió que “en horas nocturnas” de 1976 visitaba a la señora el vicealmirante Luis María Mendía, comandante de operaciones navales y compañero de Massera. Compartían “chimentos de alto nivel”, previsibles entre quienes promovían aniquilar la subversión y sus ejecutores. También el jefe de la Policía Bonaerense Ramón Camps consultaba a la señora antes de tomar cualquier decisión sobre sus subordinados en la Unidad Regional 5. Otro amigo de la casa era el general Adel Vilas, que trasladó su Escuelita de Famaillá al camino La Carrindanga y en 1987 explicó la “planificada acción psicológica” para “buscar el acompañamiento de la población”. Se sabe: comunicados falsos sobre enfrentamientos simulados. El lector de LNP nunca escuchó hablar de “operaciones psicológicas” y la mayoría aún ignora que los “delincuentes abatidos” eran secuestrados que llegaban inconscientes sólo para ser fusilados.

Parece humor blumbergiano pero es la esencia de la tragedia bahiense: para LNP la acción psicológica continúa. Según sus editorialistas Kirchner es “enemigo de las Fuerzas Armadas”, la autocrítica de Godoy fue una “bajeza”, la de Rohde una “complacencia de servilismo pusilánime” que revela su “miseria moral”, los derechos humanos son “la venganza del terrorismo derrotado” y “el negocio de quienes lo explotan consiguiendo ventajas personales y reverente acogida entre los ingenuos” y los piqueteros “son peligrosos y no dudan en atacar”. Según sus informantes, siempre uniformados, los presos se autoagreden, en tanto “sospechosos” de robar zapatillas o fumar un porro son estigmatizados con nombre, apellido, edad y dirección. “De tanto tratar con delincuentes”, titula un editor, policías asaltan y hieren a un camionero. Y la máxima: desde la cárcel Etchecolatz denuncia “inconcebibles agravios y padecimientos”.

Columnistas y lectores no se quedan atrás. Se identifican como “la mayoría silenciosa” (Mónica Almada), dicen que España está llena de desaparecidos argentinos (Miguel De Lorenzo), piden deportar extranjeros reincidentes (Oscar Rimondi) y castrar violadores (Florentino Suárez). Los piqueteros son “grupos armados con garrotes, cuchillos y armas” (Dr. Rubén HéctorVara), los limpiavidrios “una agresión sin límites” (Alcira Rader), los presos “inmundicias que habitan cárceles” (César Triventi) y las Madres de Plaza de Mayo una “horda” (Víctor Ordóñez). El padre de un alumno pide que echen a un chico de un colegio privado por teñirse el pelo (Jorge Rech). Un intérprete divino alerta sobre la “Revolución Mundial Anticristiana” (Antonio Caponnetto, de la revista Cabildo), otro asegura que la existencia de Dios está probada científicamente (Ricardo Héctor Alcolea) y en Navidad, en tapa digna de Barcelona, Jesús cuenta que debió colarse en su fiesta y que los chicos corrieron hacia “un gordo vestido de rojo” que “había bebido de más”. Uniones homosexuales son “formas de convivencia antinaturales a las que nadie se volcaría por decisión voluntaria” (editorial) y una marcha de personas con distintas orientaciones sexuales es “una concentración de endeñados de variada ralea sexual, pobres seres gesticulantes y hastiados que se congregan en tenebrosas ‘comunidades’ parodiando con estilo satánico las congregaciones de fines espirituales” (Juan Olmedo Alba Posse).

Meses atrás el intendente López invitó a “no perder de vista que un 25 de mayo de 1973 se retomó la democracia”. Pero para LNP el triunfo de Cámpora fue un ejemplo de “tiranía del número, pura formalidad de un simple acto electoral”. Un cuarto de siglo después la política sigue siendo un “cáncer que no ha hecho más que crecer” desde 1983 y que “requiere con inminencia de un bisturí certero que lo extraiga de cuajo”. Para la Familia, el negocio de vender su edificio es un hecho, aseguran. En manos de concejales y un intendente que dice ser peronista está la decisión de darles el gusto a los dueños del feudo y pasar a la historia por trasladar un órgano deliberativo a un edificio emblemático del horror. El final de esta historia depende de ellos y de la sociedad bahiense.

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