doctor CÓRDOBA (Fiscal)
Retomando esta
temática y en modo previo a desarrollar el petitorio, haré referencia a algunos
aspectos de relevancia, a partir de dar explicación a alguna de las
circunstancias ocurridas en esta sala de audiencia.
Jorge Luis BORGES
en la “Utopía de un hombre que está cansado”, habla como un arqueólogo que
explora en el futuro las ruinas de las ciudades contemporáneas y dice: “a
juzgar por las ruinas de Bahía Blanca, que tuve la curiosidad de explorar, no
se ha perdido demasiado”. La imagen de Bahía Blanca en ruinas es el efecto del
paso de la acción militar, policial y penitenciaria de estos acusados. Bahía
Blanca ha sido un lugar particularmente adverso para el desarrollo de estos
juicios, no solo en la actualidad. Esa adversidad actualizó la denominación que
los pueblos originarios, el pueblo Mapuche, le daba a este lugar: “la tierra
del demonio”. Si bien es una sociedad que se encuentra singularmente aún en el
retraso en muchas áreas de la institucionalidad democrática, por la presencia
contundente de las fuerzas armadas y del entramado social corporativo, aún
tributario en algunos casos del que produjo el Terrorismo de Estado; si bien
persiste particularmente ese rasgo, Bahía Blanca es el sitio de las víctimas
que han venido ante el Tribunal a dar cuenta, y mientras este suelo seguía
hostil, sostuvieron no solo con fortaleza el reclamo sino con una finalidad
clara: exigían, exigieron y siguen exigiendo que el juzgamiento de estos hechos
lo haga el Poder Judicial, lo hagan jueces del estado democrático. Las personas
que estaban acá supieron distinguir, aún cuando el Poder Judicial estaba
plagado por la inoperancia, o aún con la complicidad, que esa no era la función
del Poder Judicial, y han llegado aquí hasta con esfuerzo. Ha sido ese esfuerzo
el que posibilita que este Tribunal tenga hoy en sus manos la posibilidad
histórica de condenar por primera vez en esta ciudad, los crímenes del
Terrorismo de Estado.
Como una
continuidad de lo que desarrolló el Fiscal Félix CROUS, hago también alusión
que estos crímenes, las conductas de estos acusados, llegaron a conmover la
dimensión cultural de la existencia humana. GOMBROWICZ, desarrolla la idea que
la cultura es el intento por posdatar la muerte. La muerte que en estado
natural y como parte de la biología humana, es una muerte proyectada durante
toda la vida, que tiene una presencia virtual, continua, latente. Con las desapariciones y masacres, estos acusados arrancaron esa
dimensión cultural que tenía la vida. En las condiciones del Terrorismo de
Estado que estos acusados impusieron en esta ciudad, cortaron la proyección
natural de la vida y la muerte joven pasó a ser la regla. Estar muerto, ser
asesinado, ser masacrado por las fuerzas militares, por el ejército o las
fuerzas que tenían bajo control, para los jóvenes -sobre todo los militantes de
Bahía Blanca- fue una condición posible. Naturalizaron la muerte, y así conmovieron
la dimensión cultural que tiene la existencia humana en sociedad. Es por eso y por haberlo hecho desde el
oficio militar, que el Tribunal debe meritar también esa condición y condenar
las conductas de estos acusados que la ejecutaron a partir de las convenciones
retrógradas que “al enemigo se lo mata, se lo elimina, se lo desaparece”. No
les alcanzaba la exhibición onerosa, prepotente en los desfiles militares, ni
se conformaron con controlar o dominar a sus oponentes. Impusieron la muerte,
los baños de sangre y las masacres que consumaron fueron los fastos sangrientos
del Terrorismo de Estado con los que se deleitaron bajo el cobijo de la
impunidad.
El juzgamiento
excede lo que ocurrió en un CCD, es el juzgamiento de una secuencia de crímenes
que forman parte de la historia local que atravesó esta región. Este juicio
oral funcionó como un espacio, más allá de su conformación legal, el espacio de
esta sala fue legitimado por los
testimonios de las víctimas, lo hicieron tras 35 años de espera,
esfuerzo y obstinación.
Lo hicieron los
que pudieron, porque hubo otros que no llegaron: hace dos días murió el padre
de Nancy CEREIJO, murió esperándola y buscándola. Una de las testigos Elvira
CEREIJO otra de sus hijas, manifestó ante el Tribunal que en los raptos de
lucidez que tenía en su senilidad, su padre aún buscaba a Nancy. En este
espacio se evocó por primera vez en público a algunas de las víctimas.
La madre de
Patricia ACEVEDO pudo por primera vez hablar en público de su hija asesinada, de su propio secuestro.
Es algo que tuvo que mantener oculto en su entorno, y ayer la veíamos sentada
en la sala de audiencia orgullosa y expectante, por haber contribuido con su
testimonio a lograr que se condene a los asesinos de su hija. Y esa vocación
absolutamente humana, tuvo su punto quizá más brillante cuando se le preguntó
durante el debate, cómo era su hija. Pese a estar rememorando los momentos más
dolorosos de su vida, se le iluminó el rostro y dijo que “era hermosa”.
Que este ámbito
funcione como un espacio legítimo para quienes han sido víctimas de estos
criminales, representa una enorme responsabilidad profesional y humana, como ha
sido para quienes estamos acusando desde
el Ministerio Público Fiscal. También lo ha sido seguramente para los señores
jueces, quienes han llegado a la abogacía y luego a la magistratura movidos por
sentimientos de justicia que están a punto, que tienen en su decisión el
ejercicio, la posibilidad del ejercicio de la sentencia más relevante, no solo
para la trayectoria profesional de cada uno de ustedes, sino también de la
historia del poder judicial local.
E insisto en que
esta dimensión espacial es sumamente relevante, porque quienes han padecido las
desapariciones, las víctimas, sus familiares temporariamente para aquellos que
luego aparecieron, o quienes siguen padeciendo las desapariciones, han hecho
referencia a que la dimensión espacial es una de las que suprime el Terrorismo
de Estado cuando hace desaparecer a una persona.
Nosotros vivimos
continuamente en la dimensión temporal y espacial.
La conducta de
estas personas hizo desaparecer una de las dimensiones de la existencia humana,
la dimensión espacial.
La hija de Daniel
BOMBARA, -Paula BOMBARA- en uno de sus libros cuenta que cuando era chica no
podía entender cómo su padre no estaba en ningún lugar, y entonces lo tenía que
imaginar mirando a una estrella.
La hija que
sobrevivió al secuestro y desaparición de sus padres –BOSSI- tiene a su padre
desaparecido y a su madre cuyos restos fueron identificados, cuando se le preguntó
cuál era la dimensión que tenía esa reaparición, dijo que a su madre tenía un
lugar donde pensarla, pero que a su padre seguía sin tener el lugar donde
pensarlo. Esto habla también de la profundidad de la afectación de la vida de
las personas que han arrasado estos acusados.
Voy a leer una
parte de la ponencia de CORTAZAR a la que hizo referencia el Fiscal Félix
CROUS, pronunciada en un coloquio ante el Senado francés en 1981, donde se
retoma esta idea de lo demoníaco como forma, aunque pareciera irracional una
vez que estos hechos han salido de la posibilidad de ser captados por la
racionalidad en toda su dimensión.
“Si
las cosas parecen relativamente explicables en cuanto a la superficie, digamos
los propósitos, los métodos y las consecuencias de las desapariciones, queda
sin embargo un trasfondo irreductible a toda razón, a toda justificación
humana. Y es entonces que el sentimiento de lo diabólico se abre paso, como si
por un momento hubiéramos vuelto a las vivencias medievales del bien y del mal,
como si a pesar de todas nuestras defensas intelectuales lo demoníaco estuviera
aquí, una vez más, aquí diciéndonos ‘¿Ves? Existo. Acá tenés la prueba.’ Si
toda muerte humana entraña siempre una pérdida irrevocable, qué decir entonces
de esta ausencia, que se sigue dando como presencia abstracta, como obstinada
negación de la ausencia final. Por encima y por debajo de las consideraciones
jurídicas, los análisis y las búsquedas normativas en el terreno del derecho
interno y del derecho internacional, es de este pueblo las sombras de los
desaparecidos que estamos hablando. Si de algo siento vergüenza frente a este
fratricidio que se cumple en el más profundo secreto, para poder negarlo
después cínicamente, es que sus responsables y sus ejecutores son argentinos, o
uruguayos, o chilenos, quienes antes o después de cumplir su sucio trabajo
salen a la superficie, se sientan en los mismos cafés, en los mismos cines,
donde se reúnen aquellos que hoy o mañana pueden ser sus víctimas. Y lo digo
sin ánimo de paradoja: más felices son aquellos pueblos que pudieron o
pueden luchar contra el terror de una
ocupación extranjera. Más felices, si, porque al menos sus verdugos vienen de
otro lado, hablan otro idioma, responden a otras maneras de ser. Cuando la
desaparición y la tortura son manipuladas por quienes hablan como nosotros,
tienen nuestros mismos nombres y nuestras mismas escuelas, comparten
costumbres, gestos, provienen del mismo suelo y de la misma historia, el abismo
que se abre en nuestra conciencia y en nuestro corazón es infinitamente más
hondo que cualquier palabra que pretenda describirlo. Precisamente por esto,
porque en este momento tocamos fondo como jamás lo tocó la Historia, llega sin
embargo de etapas sombrías nuestra historia precisamente por esto: hay que
asumir de frente y sin tapujos esta realidad que muchos pretenden dar por
terminada. Hay que mantener en un obstinado presente, con toda su sangre e
ignominia, algo que ya se ha querido hacer entrar en el cómodo país del olvido.
Hay que seguir considerando como vivos a los que acaso ya no lo están, pero
tenemos la obligación de reclamar uno por uno. Hasta que la verdadera respuesta
muestre finalmente la verdad que hoy se pretende escamotear.”
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