Vicente Massot declaró como acusado por delitos de lesa humanidad. Minimizó las pruebas en su contra y dijo que su madre y su hermano, ya fallecidos, manejaban el diario durante la dictadura. Una nueva declaración confirma que su madre le encomendó al comandante del Cuerpo V “chupar por izquierda” a los delegados que días después fueron secuestrados.
Por Diego
Martínez
Foto: Red por la Identidad. |
El
empresario Vicente Massot se negó ayer a responder preguntas de los fiscales
que lo acusan por delitos de lesa humanidad durante la dictadura y volvió a centrar
todas las responsabilidades en su madre Diana Julio y su hermano Federico,
ambos fallecidos. El director de La Nueva Provincia intentó minimizar la
importancia de las actas labradas en 1975, en las que aparece negociando cara a
cara con los delegados Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, y dijo no
recordar cómo se enteró de sus asesinatos en julio de 1976. Las actas sobre el
supuesto “sabotaje” al diario, en las que Massot figura dando órdenes desde el
despacho de su mamá en los momentos más álgidos del conflicto, son la base del
informe de Prefectura sobre “guerrilla sindical”, que concluyó con la decisión
de “ralear” de la tierra a los dirigentes gremiales. La novedad que descolocó
al empresario fue la declaración del teniente coronel Mauricio Gutiérrez, ex
auditor del Ejército y abogado de represores, quien rompió el pacto de silencio
al contar que el general Adel Vilas le dijo, en 1987, que escuchó cuando la
directora del diario le pidió al general Osvaldo Azpitarte “chupar por
izquierda” a los delegados que días después serían secuestrados. “Son
declaraciones infames e infamantes”, se ofuscó Massot, quien sigue en libertad
y volvería a ser citado por el juez federal subrogante Alvaro Coleffi para
ampliar su declaración indagatoria.
Massot
ingresó al juzgado a las 7.30, mientras militantes de organismos de derechos
humanos y de izquierda llegaban con sus banderas. “Es un día histórico para la
ciudad. Fue uno de los partícipes civiles más importantes de la dictadura”,
recordó Alejandra Santucho, de HIJOS Bahía Blanca, en la radio de la
Universidad Nacional del Sur. “Heinrich y Loyola hicieron un trabajo de hormiga
para organizar a los trabajadores que habían sido expulsados del gremio”,
recordó su compañero Jorge Manuel Molina, uno de los muchos entrevistados en la
transmisión conjunta de FM de la Calle y LU3 Radio Bahía Blanca.
La
indagatoria, que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani habían pedido en
mayo del año pasado, comenzó con la lectura de la acusación y el detalle de las
pruebas. El acusado negó una a una las imputaciones y entregó notas de Clarín,
La Nación y otros diarios para demostrar que publicaron “varios de los ejemplos
de supuesta acción psicológica y complicidad” que se le adjudican a La Nueva
Provincia. Luego precisó datos que había dado en su “declaración espontánea”
del mes pasado.
El eje de
la defensa de Massot, que comenzó el 18 de marzo, pasa por probar que vivía en
Buenos Aires, que sólo hacía “visitas ocasionales en calidad de hijo”, que en
1976 hizo la conscripción y que recién en 1977 se hizo cargo de la oficina en
Buenos Aires pero sin responsabilidades importantes. Ocho actas ante escribano
durante el segundo semestre de 1975, sin embargo, prueban su intervención
personal en el conflicto con los gráficos, encabezando negociaciones con
Heinrich y Loyola. En julio su madre le firmó un poder para que negociara con
obreros en huelga y le delegó facultades para suspender y despedir empleados.
En septiembre citó a los delegados al despacho de la directora para tratar de
que levantaran medidas de fuerza, fue a la rotativa a convencer a los armadores
que cubrieran un “retiro de colaboración” y pasó varias madrugadas discutiendo
sobre distribución de tareas y horas extra. Las actas, insumo del informe de
Prefectura, muestran sus fracasos para evitar las medidas de fuerza, pero sobre
todo su participación en decisiones cruciales de las que dependía la salida del
diario.
“Las organizaciones
subversivas habían matado” a once gerentes y jefes de personal, por lo cual su
madre le pidió que se quedara en Bahía, dijo Massot el mes pasado, cuando sólo
sabía de una de las actas. “Mi participación fue absolutamente accidental”,
pretendió ayer, porque se limitó a “dos semanas en un conflicto de más de dos
años”. Luego él mismo se refutó: entre enero y marzo de 1976, admitió, la madre
le pidió colaboración “a toda la familia” para que saliera el diario, “con lo
cual todos los días convivíamos tíos, primos, sobrinos, hermanos”.
La
noticia que más lo incomodó ayer no fue ver su nombre en las actas ante
escribano, sino el relato del diálogo de su mamá con el general Azpitarte en
los días previos a los asesinatos, que Gutiérrez contó ante los fiscales. En
1987, antes de las leyes de impunidad, Vilas cumplía prisión preventiva en el
Cuerpo V, donde solía conversar con el entonces auditor. Hablando de “la
costumbre de ciertos sectores civiles de pedirles favores a los militares”, le
contó que en junio de 1976 Azpitarte lo citó a su casa del barrio Palihue para
participar de una entrevista pedida por Diana Julio. La directora del diario
planteó allí “que tenía problemas con los obreros gráficos Heinrich y Loyola” y
“pidió una solución porque le habían parado el diario”. Azpitarte le pidió
opinión a Vilas, quien consideró que el tema no era “de incumbencia militar”.
Su superior le ordenó retirarse y, mientras se alejaba, escuchó las palabras de
la señora: “Osvaldo, no vamos a tener otro remedio que chuparlos por
izquierda”, frase que Gutiérrez tradujo como “secuestrarlos”. El abogado apuntó
que el diálogo fue “sobre fines de junio de 1976” y que días después se
produjeron los secuestros. “Declaraciones infames e infamantes”, refunfuñó ayer
Massot y curiosamente trató de desacreditar al militar diciendo que fue
“defensor del general Vilas”, a quien su diario siempre consideró un héroe de
la guerra sucia.
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