“No me pregunte si me asombra”, se enojó con una historiadora bahiense
que lo indagó por el silencio de La Nueva Provincia tras el asesinato de los
delegados a los que acusaban de infiltrados. Imputado como coautor de los
crímenes, Massot deberá responder ante la justicia.
Por Diego Martínez
Los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola,
delegados de los trabajadores del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca,
fueron secuestrados, torturados y asesinados en junio de 1976. La familia
Massot, que en sus editoriales los había equiparado con “la infiltración más
radicalizada del movimiento obrero”, publicó la noticia en veinte líneas y no
retomó el tema por 37 años. Vicente Massot, a quien su madre
Diana Julio
encomendó en septiembre de 1975 “todo trato con el personal” y a quien el
Ministerio Público Fiscal imputa como coautor de los asesinatos, asegura que la
aparición de los cuerpos acribillados causó “estupor” en la familia, aunque no
tiene ninguna hipótesis que explique el silencio posterior. Aquel joven que con
24 años había sido secretario de redacción de la revista Cabildo y que en los
’90 debió renunciar al gabinete menemista por reivindicar la tortura, dice no
tener “la menor idea” sobre la información que la empresa entregaba a los
prefectos y marinos que decidieron “ralear” de la tierra a Heinrich y Loyola.
Mientras
los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani insisten en pedir ladetención e indagatoria del director de LNP y la corporación judicial bahiense
hace
malabares para evitarlo, las preguntas que hicieron sudar a Massot se las
formuló Ana Belén Zapata, historiadora de la Universidad Nacional del Sur que
dedicó su tesis doctoral al conflicto de los gráficos con la patronal de LNP.
El trabajó se tituló “Páginas manchadas” e incluye testimonios de trabajadores
sobre el rol de los Massot y sus hombres de confianza en los meses previos a
los crímenes. Becaria del Conicet y docente de la UBA, Zapata entrevistó al
empresario en junio para su tesis doctoral, en la que profundiza su estudio
sobre experiencias obreras y sindicales locales en la década previa al golpe de
Estado.
Al comienzo del diálogo un Massot relajado se explaya sobre la amistad de su
bisabuelo Enrique Julio, fundador del diario, con dirigentes como Hipólito
Yrigoyen o Torcuato de Alvear. Recuerda que fue “el primer diario expropiado
por Perón en 1950” y que se los devolvió la “Revolución Libertadora”. Desde
entonces fue “muy antiperonista, muy conservador” y “de oposición frontal con
todo lo que tuviese que ver con el socialismo revolucionario”. Consultado sobre
gremialistas bahienses, recuerda que con menos de veinte años militó “en el
nacionalismo católico” y rememora sus charlas con Albertano Quiroga, “peronista
nacionalista rosista” que encabezaba la UOM local. La “figura excluyente” en la
ciudad era Rodolfo Ponce, delegado de la CGT y luego cara visible de la Triple
A, a quien recuerda “al menos una vez” reunido con su madre en el departamento
de la familia, en Cerrito 1236.
En la segunda parte de la entrevista, cuando la historiadora comienza a
indagar sobre puntos sensibles que forman parte de la acusación fiscal, las
respuestas comienzan a acotarse. Massot se excusa, explica que vivía en Buenos
Aires y que hasta 1974 “prácticamente no iba” a Bahía Blanca. En 1976 y hasta
marzo de 1977 dice haber hecho el servicio militar “en la compañía de comando y
servicio del Primer Cuerpo de Ejército, después la instrucción en polvorines de
Campo de Mayo, vuelvo al Primer Cuerpo y después a la Capellanía Mayor
Castrense”.
–Llama la atención lo puntilloso del análisis sobre Montoneros –advierte Zapata y muestra notas de 1976
tituladas “Radiografía de la subversión en Bahía Blanca”–. Me llamó la
atención la coincidencia entre este análisis y lo que después se va a publicar
como “Diario de Adel Vilas”. ¿Cómo era la relación de ustedes con el Cuerpo V y
con la base (naval de Puerto Belgrano) para tener información tan precisa?
–No puedo decirle que esa información tiene origen en la base o el V Cuerpo
porque estaba haciendo el servicio militar. La relación del diario con la base
y el Cuerpo V era buena, sin ninguna duda, y no era una relación desconocida,
venía de lejos: con la marina por razones históricas en función del papel de la
Armada en la devolución del diario, y con el Ejército no tan fluida pero de
todas maneras también (era buena).
–Vayamos a la relación con los dirigentes sindicales que tenían adentro
de la empresa. ¿Cómo puede contar los conflictos en LNP en 1974 y 75?
–Le repito, estaba en Buenos Aires...
–Me dijo que había viajado bastante en esos años.
–No, viajé alguna vez en el ’75 porque mi mamá y mi hermano vivían ahí, pero
no específicamente para tareas del diario (...) Hubo problemas sin duda graves,
estuvo el diario sin salir un mes y medio y en algún momento fue un diario testimonial
que sacó la familia solamente: trabajaron desde tías que tenían 65 años hasta
primos que teníamos 18 o 23, ninguno de los cuales figuraban ni trabajaban pero
todos colaboramos en algo. Ahora en el meollo de la cosa estaban mi madre y mi
hermano, eran los dos responsables.
–¿Qué le contaba su madre, de sus ánimos en ese momento?
–Que era una situación muy seria, problemas muy serios en talleres y con
cantidad de gremios y cosas, que tenían distintas motivaciones...
–Hay un editorial del 1º de septiembre en que ustedes hablan de “un
soviet infiltrado en LNP”.
–Si mal no recuerdo es de septiembre de 1975 –recuerda bien–. Ese tipo de
editoriales seguramente lo ha escrito mi madre –toma distancia pese a que ese
mismo mes la madre le había encomendado “todo trato con el personal”.
–¿Pero ustedes consideraban eso?
–Mi madre debe haber considerado eso, ¿qué sé yo? Visto
retrospectivamente... han pasado 30 y pico de años, es una forma de decir, qué
sé yo si era soviet o no, mamá debe haber creído eso, no lo sé.
–¿A Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola los conoció?
–Los debo haber visto alguna vez, de paso, pero son los ellos (sic) y tantos
otros estaban todos en los talleres de Bahía (...) En alguna oportunidad
obviamente los he visto, sin duda, pero no tenía trato con ellos, el trato era
básicamente de mi madre y mi hermano.
–¿Cómo era ese trato?
–El trato siempre fue correcto aunque el escalamiento de la crisis hizo que
la relación después tuviese altibajos y hubiese un enfrentamiento importante
producto de que el diario no salía. Y no salía por distintas razones, en
general de orden gremial, por lo menos inicialmente lo que recuerdo.
–Sin embargo, en editoriales su madre hablaba de motivaciones secretas,
políticas, no hacía centro en la parte laboral...
–No lo sé, los editoriales son los que están, mi madre desgraciadamente no
vive, no puedo contestar respecto de lo que escribía mi madre estando yo en
Buenos Aires. Además no tenía arte ni parte en el asunto. A los 23 o 24 años
suponer que yo iba a manejar la línea editorial del diario sería ridículo (...)
Quien podría contestar no está: mi hermano (Federico) era subdirector, vivía en
Bahía Blanca y llevaba la relación con el gremio, con la redacción, era el peón
de brega. Mi madre no bajaba a la redacción o al taller, el que llevaba eso era
mi hermano, es muy difícil imaginar qué pensaban.
–¿Cómo repercutieron los asesinatos de esos trabajadores en su familia?
–Obviamente todos nos sorprendimos –levantas las cejas– porque una cosa es
tener diferencias de tipo laboral, cualquiera hayan sido, y otra cosa es el
asesinato de dos personas. Si bien es cierto que yo en ese momento no estaba,
sí recuerdo la impresión que le causó a mi madre el hecho de que los hubiesen
matado. Yo estaba cumpliendo el servicio militar, eso fue creo en mayo o junio
del ’76.
–Sin embargo, llama mucho la atención (Zapata busca una palabra,
Massot se pone nervioso) que el asombro fuera tal...
–No no no, espere, discúlpeme, no ponga en tela de juicio lo que yo digo –se
molesta–. Fue mucho más que asombro. Asombroso podrían ser muchas cosas.
Realmente a nadie le gusta y puede sentir ni placer ni cosa por el estilo de
saber que dos empleados, por diferencias que hayan tenido... (no cierra la
oración). Mamá era una persona muy de decir las cosas, con mucho valor
personal, pero tenía claro lo que es una diferencia, por grande que haya sido
con un empleado, respecto de poder alegrarse con... (ídem) Obviamente no, fue
mucho más que asombro, fue la verdad estupor. ¿Por qué iban a matar a dos
personas? Además en el año ’76... Ahora, pasó, de modo tal que decir que mi
madre podía asombrarse...
–No no, pero no cerré la frase, lo que me asombra...
–Es otra cosa (murmura)
–... es la notita chiquita en la que el diario cuenta los asesinatos: son
veinte líneas en un diario tamaño sábana.
–No lo sé (niega con la cabeza y alza los hombros). No le puedo decir. Le
vuelvo a repetir, yo estaba haciendo la conscripción y en ese momento en
especial la instrucción.
–¿Pero no lo asombra? Comparémoslo con lo de Ramos. (El
comisario Héctor Ramos fue segundo jefe del Servicio de Informaciones de la
Policía Bonaerense en Bahía Blanca. Montoneros lo asesinó en 1975 y lo definió
como “el más eficiente torturador que conociera nuestra ciudad”. LNP le dedicó
una amplia cobertura aunque omitió decir que era jefe de seguridad de la
empresa y también el comunicado de Montoneros. A fines de 1977 informó el
“total esclarecimiento” con el detalle de nombres de militantes que habían sido
asesinados y antes habían estado secuestrados en centros clandestinos.)
–No me pregunte si me asombra o no me asombra (se pone nervioso Massot). Sé
lo que en ese momento estaba haciendo, pasaron treinta años. ¿Qué le voy a
contestar? ¿Por qué lo hicieron? ¿Por qué fue así? ¿Por qué se publicó donde se
publicó? No lo sé, no lo sé.
–Hay un documento de Inteligencia de Prefectura que se llama “Estudio
realizado sobre el diario LNP. Guerrilla sindical” (Massot suspira, se muerde
el labio, la mirada perdida). En una parte dice que “el proceso de sabotaje fue
ampliamente documentado por la empresa a los comandos militares y navales de la
zona”. “La función de este trabajo es consignar los datos que pudieran
establecer con veracidad respecto al personal a ser raleado de un medio de
difusión fundamental, tal cual lo marca la efectiva acción
contrarrevolucionaria que tienda a sanear los medios preferidos por la
revolución mundial para su labor de infiltración, subversión cultural y
posterior victoria”. Después aparece la lista de “principales activistas” a ser
raleados y los primeros son Heinrich y Loyola. ¿Cuáles eran esas informaciones
que les pasaba la empresa a los comandos militares y navales para que
elaboraran este tipo de informes?
–Ninguna, que yo sepa ninguna. ¿Por qué dice que...? (no cierra la pregunta)
No tengo la menor idea.
–Varias cuestiones hablan incluso del informe que hace Ramos.
(El informe de Prefectura, elaborado en 1975, menciona a Ramos, jefe de
seguridad de LNP, como pionero en la “labor de esclarecimiento” sobre el
supuesto “sabotaje”.)
–No lo sé, no tengo la menor idea. Sé que ese informe existe porque lo he
leído en distintos medios, ahora de ahí a suponer que el diario le brindaba esa
información corre por cuenta de quien... sé que
Página/12 lo dice.
–No, en realidad lo dice Prefectura en su informe de Inteligencia.
–No tengo la menor idea. Que el diario le provea eso no lo sé, no me consta,
pero vuelvo a repetirle: yo no estaba. Si algo de eso ocurrió no puedo decirle
por sí o por no porque cuando teóricamente ocurrieron y escribió eso Prefectura
yo no estaba en Bahía, estaba haciendo el servicio militar.
–A Heinrich y Loyola los secuestran hacia fines de junio del ’76. Luego
aparecen asesinados con signos de tortura, cuatro días después. ¿Tiene alguna
información de qué pudo haber pasado en esos cuatro días?
–No tengo la menor idea. ¿Cómo podría saberlo? Es una pregunta que no tiene
ningún sentido porque si supiese lo diría, pero al mismo tiempo ¿cómo voy a
saberlo estando en el servicio militar?
–Bueno, pero hay múltiples maneras, o sea el contacto con una madre...
–Perdón, perdón, creo que le di la entrevista de buena fe. ¿Qué me quiere
decir con el contacto con una madre?
–Que hay cosas que se transmiten de otra manera. No necesariamente tenía
que estar en Bahía Blanca para enterarse.
–Por supuesto que no, pero no tengo la menor idea y no veo por qué mi madre
va a... (se queda sin palabras) si eso es lo que insinúa. La verdad es que no,
no lo sé.
diemar75@gmail.com