Página/12
Por Hugo Cañón
El martes 24 de octubre fuimos recibidos –a las cinco en punto de la tarde– por el ministro de Defensa, Ricardo López Murphy, quien estaba acompañado por el secretario de Asuntos Militares, licenciado Miguel Tello. Los integrantes de la Comisión Provincial de la Memoria (creada por Ley 12.483 de la Provincia de Buenos Aires) expresamos al ministro cuáles son los objetivos generales de ésta y, en particular, peticionamos que gestionara la transferencia del espacio físico donde funcionó el “centro clandestino de detención” de Bahía Blanca, conocido como “La Escuelita”, para recuperar ese lugar y destinarlo a la concreción de un proyecto dirigido a preservar la memoria. Indicamos –conforme lo probado– que por allí pasaron cientos de vecinos de la ciudad y de las provincias de Río Negro y Neuquén; que algunos de ellos son sobrevivientes y testimonios vivos del terror, otros fueron asesinados en enfrentamientos fraguados y muchos permanecen en esa condición aberrante de “desaparecidos”. Además, que nacieron en el lugar niños que aún hoy continuamos buscando. Hemos sido escuchados en formal y respetuoso silencio.
Hicimos referencia a los Juicios por la Verdad, a la incomprensible situación que se presenta al consentir que continúen en actividad militares que –como está probado– participaron en la represión ilegal (con lo cual el espíritu de cuerpo funciona para encubrir y no para sanear a una institución). Manifestamos nuestro estupor ante el silencio oficial que se guarda cuando un militar como Jorge Olivera comete un fraude procesal para eludir la acción de la Justicia, mientras se levantan otras voces que reivindican ese hecho ilícito, como también los mismos crímenes que se le imputan. También aludimos a nuestro mismo asombro cuando se denuncia que se estaría gestando otra maniobra procesal para sustraer a Ricardo Miguel Cavallo, para que no se haga efectivo un pedido de extradición formulado por el Reino de España y el gobierno no hace el mentís más rotundo –de no ser veraz esa actividad– o sanciona severamente a quienes intenten realizar ese tipo de operaciones. La ética pública lo reclama.
Hicimos notar que no se cumple con la ley –como sostiene el ministro de Defensa– solamente ordenando que los militares comparezcan ante la citación de los jueces sino que –como cualquier ciudadano– deben sentarse ante el Tribunal y declarar y no es válido consentir que se amparen en la excusa de la supuesta “autoincriminación” para no decir ni cómo se llaman o dónde viven. Todo escuchó el ministro y todo negó el ministro.
Sostuvo que Argentina –como ningún país en el mundo– dio ejemplo de persecución de estos crímenes y que no existe impunidad alguna. “Hay que mirar para adelante”, dijo, añadiendo que nunca avalará la creación de un lugar de evocación o de memoria, porque –además de otras razones– era su íntima convicción. “Yo no voy a auspiciar un monumento o museo o algo similar en un entorno militar porque eso actuaría como elemento de conflicto. Si auspiciara una medida de esa naturaleza, no contribuiría sino a gestar un factor de conflictividad”.
Se le hizo notar que si la “autocrítica” y “pedido de perdón” (por él mencionados) trascendían realmente el mero discurso, el “Ejército nuevo” debía asumir que aquel plan criminal Nunca Más sería ni concebido ni ejecutado, y por tanto que no se advertía cómo podía resultar conflictivo evocar lo que ellos rechazarían de plano por su ilicitud. Se le dijo que si esto no se asume así, si no se acepta decir: “esto que ocurrió acá fue inmoral e ilegal y nunca más se hará”, se adopta una actitud hipócrita y, en el fondo, se está convalidando lo actuado ilegalmente.
Se le recordó que imágenes de conejos (seres vivientes que podían trasladarse de un lado a otro sin que estallen las minas) hoy evocan el lugar donde estaba el Muro de Berlín y sirven para afirmar que nunca más una barrera dividirá al pueblo berlinés y que respecto del Holocausto se han erigido museos y se preservan campos de concentración y de exterminio como fuentes de memoria permanente. Pero el ministro no quiere memoria. Y no la quiere no sólo en relación con “La Escuelita” de Bahía Blanca, sino tampoco con respecto de ningún otro lugar, incluyendo la ESMA. Cuando se le planteó que el Presidente de la Nación, siendo jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, reclamó el predio de la ESMA para que fuera un lugar de evocación y ahora no sería coherente que asumiera una posición contra su propia postura (De la Rúa vs. De la Rúa), respondió que él (el ministro) no variaría su criterio y, si el Presidente tenía otro, “se generaría un serio conflicto”, con lo cual cabe colegir que –en ese supuesto– presentaría su renuncia.
Por supuesto que la marmórea respuesta del ministro y su segundo no impedirá que el Foro por la Memoria y la Justicia de Bahía Blanca y la Comisión Provincial de la Memoria continúen realizando todas las gestiones pertinentes que permitan revitalizar la república evocando cómo y dónde se instaló el terror y la muerte clandestina; pero no deja de ser lamentable observar que un ministro de un gobierno constitucional pretenda el olvido, “mirar para adelante” (o no mirar atrás).
También un jefe de Unidad del Ejército en Neuquén, cuando se realizó recientemente una visita de la población a las instalaciones del cuartel, al ser preguntado acerca del lugar donde funcionó “La Escuelita” de esa ciudad, respondió: “No me consta”.
Ambas actitudes se inscriben en una pretensión de olvido. De negación.
“El olvido es una afirmación de la inexistencia del trauma, es la afirmación de lo ocultado. Se inscribe un agujero que no tiene posibilidad de tener significación, por lo tanto retorna por otras vías violentas hacia sí mismo o hacia los otros. Todos síntomas empobrecedores de la vida misma. Esto es lo que nosotros llamamos la compulsión a la revisión. Es como que lo no olvidado figura en un registro inconsciente que vuelve permanentemente a buscar una vía de solución. Cuando se omite el paso decisorio de la significación de un proceso traumático, se instala la amnesia, pero que es siempre activa y paralizante.
“Si el pasado se congela, sin inclusión, sin palabras, se entorpece la posibilidad de crear proyectos, ideales, porque lo olvidable perdura, alterando la comprensión del sentido. Sólo se transforma en pasado lo que ha atravesado el dolor de la memoria y se puede articular el hecho y su significado. Porque el olvido es imposible. Este intento fallido se transforma en un presente eterno, en una repetición constante, en un retorno paralizante.” (De la conferencia de la licenciada Marta Craichik, integrante del Foro por la Memoria y la Justicia de Bahía Blanca) Pero el ministro no lo puede alcanzar a comprender. O lo comprende demasiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario