miércoles, 1 de agosto de 2007

¿Dónde están?

Revista Dazebao
Punta Alta, año 1, número 2

Por Bruno L. Fernández

La desaparición de personas en el ámbito internacional se denomina muerte argentina. Ello marca la sistematicidad, la “fría y científica planificación del exceso”, como la denominó José Pablo Feimann, con la que actuó el Estado terrorista. Hubo un plan. Se marcaron objetivos. Se “procedió”. DZO rescata del silencio tres casos en Punta Alta que testimonian la metodología destinada al “disciplinamiento social” y la “depuración ideológica” mediante la desaparición forzada de personas. Porque la memoria no debe entenderse como una simple palabra de moda ni un mero ejercicio neuronal, sino un compromiso social. Trabajadores, militantes, jóvenes que cumplían la colimba: parte de una generación que se atrevió a decir “No”, que se trazó un horizonte de democracia y justicia social y por ello fueron señalados por del dedo inquisidor como el “mal que azotaba al país”. Recordar sus historias es recuperar sus esperanzas. Recordar la impunidad que pesa sobre los ejecutores de sus desapariciones, es pedir justicia.


Helvio

Helvio Alcides Mellino es uno de los cientos de jóvenes que fueron detenidos-desaparecidos mientras realizaban el servicio militar. Casos como el suyo demuestran hasta qué punto llegaba la cobardía, mentira y cinismo del Estado terrorista.

Sorteado. Fuerza: Marina. Destino: Base Naval de Puerto Belgrano. Los Mellino vivían en La Plata y hubieran preferido que su hijo cumpla el servicio militar en un lugar más cercano a su casa. El 2 de marzo de 1976 Helvio ingresó a la colimba. Desde entonces mantenía regularmente correspondencia con sus padres. En esas cartas contaba que le habían asignado como destino la imprenta. Que le gustaba el trabajo e incluso sus jefes estaban contentos con él. En setiembre los Mellino experimentaron un hecho extraño pero que metodológicamente se había extendido en todo el país desde el 24 de marzo: un grupo de civiles armados irrumpió en su casa de La Plata. Revolvieron todo, preguntaron nombres y pidieron por Helvio. La familia contestó que estaba cumpliendo la conscripción. En octubre de ese año Helvio recibió la orden de dejar ese puesto en la imprenta y lo trasladaron a Baterías. Cuando le tocó la licencia de fin de año, Helvio contó a sus padres que en Baterías, por falta de instrucción no hacía guardias, no manipulaba armas ni tenía puesto fijo. Después de esa última licencia, a Helvio le negaron sistemáticamente los francos, por lo que sólo se comunicaba con su familia por carta. Hasta que un día las cartas no llegaron más. Dado que hacía mucho tiempo que no tenían noticias de su hijo, los Mellino decidieron trasladarse a Puerto Belgrano. Allí le dieron novedades: el 24 de mayo de 1977 había sido enviado por el teniente de navío José Abdala Figueroa a una comisión en La Plata. Como no había regresado de esa comisión: sin más trámites la marina lo declaró desertor.

Casos como el de Helvio muestran hasta qué punto llegaba la cobardía, mentira y cinismo del Estado terrorista que utilizaba impunemente eufemismos como “deserción”, “fuga” o “enfrentamientos” para justificar sus crímenes.


Daniel

Daniel Osvaldo Carrá tenía 24 años cuando se lo llevaron de su casa que estaba a escasos 50 metros del puesto 1 de entrada a la Base Naval de Puerto Belgrano. Hoy continúa desaparecido y los responsables de su secuestro están en libertad.

Sonó el teléfono. “No pregunte quién habla, pero tengo la necesidad de decirle que su hijo estuvo en Baterías”, dijo una voz del otro lado y cortó.

El militar que llamó esa noche intentó lavar su conciencia con ese dato que no hacía otra cosa que ahondar el dolor de la familia Carrá que hacía casi un año no sabía dónde estaba su hijo Daniel.

La familia Carrá se había reunido para la navidad de 1976. Daniel tenía 24 años y su esposa estaba embarazada de meses. Había ingresado a estudiar letras en la Universidad Nacional del Sur, pero debió abandonar la carrera cuando fue sorteado para ingresar al servicio militar, y como luego tuvo que comenzar a trabajar no pudo continuar sus estudios. Había conseguido trabajo como viajante de comercio en Villa Regina, Río Negro, y allí se había mudado no hacía mucho.

El 26 de diciembre a las 4 de la mañana golpearon la puerta de la casa de su madre, en la primera cuadra de la calle Alberdi, a escasos cincuenta metros del ingreso a la BNPB. Venían en un auto y eran cinco. Todos de civil. Tres con el rostro cubierto por pasamontañas. Dos con pelucas y a cara limpia. Dijeron ser policías.

Los sicarios del Estado clandestino ingresaron a la casa. Traían armas largas. Preguntaron por Daniel, que dormía con su esposa. En el medio de los gritos de su madre ingresaron a la habitación y le apuntaron. Su esposa les suplicaba que no se lo lleven, que dejen que se vista. Cinco personas con armas largas para detener a un hombre mientras dormía. Le preguntaron su nombre, lo tiraron al piso, esposaron y encapucharon. Se lo llevaron.

Los Carrá llamaron inmediatamente a la policía. Le contestaron que no tenían orden de proceder. Que no podían hacer nada. Llamaron entonces a la vigilancia y seguridad de la Base. Allí la respuesta fue un poco más extensa: “tranquilícese, señora. Venga mañana a las 8 a hacer la denuncia. Ahora no hay personal”.

La familia Carrá comenzó una búsqueda desesperada por tener noticias de su hijo. Casi un año después por esa llamada anónima supieron que había estado detenido en Baterías. Pero nada más. Presentaron un total de cuatro habeas corpus hasta el restablecimiento de la democracia pero nunca tuvieron respuesta. Lo máximo que alcanzaron a saber es que la orden de detención habría sido transmitida desde el comando de operaciones navales de Puerto Belgrano.

El Estado clandestino-burocrático dio de esta manera muestras de su poder ilimitado de ejercer en plenitud el derecho de vida y muerte sobre los ciudadanos. Daniel Osvaldo Carrá es el único puntaltense detenido-desaparecido en la propia Punta Alta. Pero no es el único desaparecido puntaltense. Ni el único en dependencias de la BNPB.

Homenaje de FM de la Calle a los obreros asesinados de La Nueva Provincia

Hoy el diario La Nueva Provincia celebra sus 109 años de existencia.
Desde FM de la Calle preferimos acordarnos de aquellos que fueron asesinados por la última dictadura militar, esa que defiende el diario local.
LNP les debe una respuesta a los familiares y a la ciudadanía en su conjunto por los compañeros gráficos asesinados.
Escuchá el informe:
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